El flujo migratorio desde España hacia América. Importancia social Una mirada al pasado para entender el presente y proyectar el futuro

AutorLucas Adolfo Malm Green
CargoAbogado especialista en Derecho del Trabajo. Profesor adjunto de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social en la Universidad A. John F. Kennedy, Buenos Aires. Secretario general del Equipo Federal del Trabajo. Funcionario judicial en la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo.
I Introducción:
  1. América Latina ha recibido, por lo menos, tres grandes movimientos inmigratorios españoles: el primero ocurrido a fines del siglo XVIII, el segundo a fines del XIX y el tercero a partir del año 1939 aproximadamente (Crespo M., 2000, p.1). Hasta el año 1860 se calcula que salieron algo más de 200.000 emigrantes de España hacia América (fundamentalmente gallegos, canarios, asturianos y catalanes). Entre 1860 y 1969 abandonaron España cerca de 2.500.000 habitantes que se radicaron definitivamente en América (Santos, F., 1999, p. 1).

  2. En el proceso se han presentado encuentros y desencuentros entre culturas. Unos y otros, al decir de Granados García (2003, p. 441) toman expresión en xenofobias y xenofilias. Contrastes de muchos tipos: Elites nativas y elites inmigrantes, ambivalencia entre dos grupos de referencia -el de la patria de origen y la sociedad de recepción-, obreros divididos entre la segregación y la imitación, diferenciados contextos rurales y por debajo, la movilidad social, más promesa que realidad efectiva (Cfr. Devoto, F. y Madero, M., 2006, p. 13).

    Aquel que viene de fuera (el extranjero) pone en cuestión nuestro presente, nuestros valores, ‘nuestra constitución del orden’ porque el extranjero trae diferentes poderes, historias, lenguajes, que ‘crean’ un significado de ‘otredad’ (Chambers, 1995).

    Se conformó una sociedad que en la práctica funcionaba en forma plural ya que coexistían colectivos sociales, relativamente atomizados en sus jerarquías, patrones de comportamiento y formas de sociabilidad. El principal problema, como señalan Devoto, F. y Madero, M. (2006, p. 8) era el de la ubicación social. "Como en el juego de las sillas vacías, la consigna era que cada uno ocupase, lo más rápido posible, su lugar. Tarea no fácil en una sociedad de aluvión, donde todo era relativamente reciente y la misma clase alta que ahora buscaba cerrarse y atribuirse la preeminencia que imaginaba le correspondía por la antigüedad de residencia -de allí la definición de patriarcado- había arribado a fines del siglo XVII o incluso posteriormente".

  3. Los inmigrantes formaron colectividades y desarrollaron una vida asociativa muy intensa centrada en torno a las sociedades de ayuda mutua, clubes, instituciones recreativas, hospitales, escuelas y órganos de prensa. Aquellas instituciones sirvieron, entre otras cosas, para integrarse en el país, social, económica y políticamente. Esta dinámica asociativa no sólo organizó a los inmigrantes alrededor de sus instituciones, también constituyó los grupos dirigentes o elites por oposición a las bases societales. El resultado fue la construcción de la colectividad (Cibotti, 2000, p. 376).

  4. Por otra parte, como deja ver la investigación de Xosé M. Núñez Seixas, con particular referencia al caso de los gallegos, "los emigrados ausentes constituyeron un importante factor en el proceso de modernización de sus lugares de origen. Primero, con su financiación de obras públicas y su ejercicio, individual o colectivo, de la beneficencia, con lo que suplían la ineficacia del Estado español. En segundo lugar, por su contribución a la articulación de la sociedad civil en las zonas rurales, fundamentalmente mediante su apoyo a la constitución y funcionamiento de asociaciones de campesinos (sociedades agrarias), con el fin de acceder a la plena propiedad agraria y promover la modernización de la agricultura. Se sumaba a ello la intervención de los emigrados en las luchas políticas locales, apoyando a facciones que habrían de contribuir a quebrar el dominio caciquil en las zonas rurales y a extender la democracia participativa, sobre la base de la regeneración de la vida pública y la redención del campesinado mediante la instrucción".

  5. Por último no puede dejar de destacarse la influencia de la masiva emigración europea hacia América Latina en la génesis de los movimientos obreros latinoamericanos, profundamente marcados durante las dos primeras décadas del siglo XX por el anarco-sindicalismo2. Luego, a raíz del surgimiento de los primeros movimientos dispuestos a introducir ciertas reformas sociales, con el fin de canalizar a su favor el descontento obrero entró en crisis. Al respecto, Vitale, L. (1999) señala que la división entre marxistas y anarquistas, que culminó en la disolución de la I Internacional en la década de 1870, influyó de manera decisiva no sólo en el movimiento obrero europeo sino en las primeras organizaciones sindicales que se formaron en América Latina. El objetivo de los anarquistas era derribar el régimen capitalista a través de una Huelga General Internacional. Por eso, los llamados a paros generales en cada país latinoamericano estaban inscritos en una estrategia mundial, expresada en la liquidación del Estado opresor y la instauración del Comunismo Anárquico, en una sociedad sin clases.

  6. Una mirada a aquellos procesos quizá pueda ayudarnos a comprender, valorar y ensayar alternativas a los fenómenos migratorios actuales donde el sentido del flujo se ha invertido, recibiendo España -y toda Europa- fuertes contingentes, que desde distintos países de América, intentan construir un futuro mejor, allí donde sus abuelos, tomaron siglos atrás la penosa decisión de emigrar.

    Las similitudes y las diferencias entre la época de las migraciones masivas y el contexto actual, signado por la globalización de la economía mundial, en la que prácticamente todos los países imponen regulaciones y trabas a la entrada de trabajadores extranjeros han sido señaladas acertadamente por B. Sánchez Alonso (2002, p. 29-30). Las variables principales que explican los movimientos migratorios son, en la actualidad, las mismas que determinaron las migraciones históricas: los diferenciales de renta o de salarios entre países ricos y pobres3.

    Sin embargo, las diferencias son muy acusadas dado que en la primera década del S. XX, cuando el volumen de migraciones fue mayor, los países receptores necesitaban grandes cantidades de mano de obra, sin importar su nivel de cualificación, tanto para la agricultura como para el sector industrial. Esto motivó que la mayoría de aquellos no impusieran traba alguna a la llegada de trabajadores extranjeros y que en definitiva buscaran decididamente atraer a esa mano de obra, incluso ofreciendo incentivos4.

    Hoy, en cambio, la demanda de trabajo no calificado por parte de los países desarrollados presenta una tendencia descendente, por lo que generalmente se restringe la inmigración de tales trabajadores privilegiándose a los más cualificados.

  7. Muchos españoles dejaron su tierra con el sueño de hacer la América, pero muchos, también, vinieron como exiliados. León Felipe, exilado en Méjico en 1938, Rafael Alberti y su esposa, la escritora María Teresa León exilados en Argentina, los intelectuales españoles que el 5 de noviembre de 1939 llegaron a Buenos Aires a bordo del Massilia. Poetas, artistas, políticos, periodistas, científicos, universitarios, sindicalistas, editores, firmemente afianzados en su colectividad, entonces mayoritariamente republicana, que llegaron a estas tierras huyendo de la persecución o la violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura.

    Ludivina García Arias (2004, p. 2) da cuenta que la cuantificación del éxodo republicano, tras la caída de Barcelona en febrero de 1939, ha dado lugar a estimaciones muy variadas. Algunos han hablado de un millón y medio pero es casi imposible fijar una cantidad pues la cifra estaba variando continuamente por las repatriaciones y emigraciones que se produjeron. Describe que el "Informe Vallière", realizado a petición del Gobierno francés, ofrecía el 9 de marzo de 1939 la cifra de 440.000 refugiados. Agrega que en diciembre de 1939 habían regresado de Francia más de 250.000 refugiados, de allí que estima que fueron aproximadamente estas 200.000 personas las que constituyeron el exilio español.

    Se trata de un flujo migratorio sustancialmente distinto al de la inmigración masiva, una migración de elites, altamente cualificada que también dejó su huella en nuestros paisajes sociales.

    Cataluña, el País Vasco, Cantabria, las dos Castillas, Levante y Aragón fueron las regiones españolas que aportaron mayor número de individuos al exilio español en países hispanoamericanos. Al final de la guerra civil, cuando la salida de Francia y el traslado a un país seguro se presentaba a los españoles como cuestión de vida o muerte sólo México, la República Dominicana y Chile se prestaron a recibir contingentes más o menos numerosos de españoles. Sin embargo si se considera el período 1939-1949 los países hispano-americanos que recibieron mayor número de refugiados españoles fueron México, Argentina y Venezuela.

    La diáspora de refugiados españoles sobre todo hacia Iberoamérica, fue precipitada por la imposición del gobierno Francés de que los extranjeros refugiados o apátridas prestaran servicios a las autoridades francesas (decreto del 12 de abril de 1939) como contratados a título individual por patronos agrícolas o industriales, integrándose en Compañías de Trabajadores Extranjeros, alistándose en la Legión Extranjera o en los Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros contratados por el tiempo que durase la guerra. Ello impulsó a dirigentes políticos y sindicales a preocuparse en encontrar soluciones a los problemas colectivos de traslado y atención de los exiliados a través del S.E.R.E. (Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles) y la J.A.R.E. (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) quienes jugaron un importante rol en este proceso (Cfr. Bermejo Marín, P., 2002).

II Desarrollo
  1. Los procesos singulares: Argentina y Méjico como casos testigo.

  1. La inmigración en Argentina

  2. 1. La gran inmigración

    1. Cuando se dicta la Constitución de 1853, la necesidad de un rápido aumento de la población adquiere categoría institucional. El art. 25 de la misma explicita: "El gobierno federal fomentará...

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