La filosofía de perder el tiempo

LONDRES.- Es la noche del sábado. De otro lado del Atlántico, en la Redacción de Bouchard, en Buenos Aires, los editores avisan que ya está todo listo para recibir esta columna. Los dedos de esta redactora vuelan sobre el teclado para terminarla mientras la cabeza maldice, una vez más, por qué se dedicó la tarde a leer revistas viejas de jardinería cuando se odia la jardinería; a ver una película en la tele que ya había le había parecido mala las dos primeras veces que la vio y a ordenar la caja de cables y enchufes según fueran de plástico negro o gris, entre una serie de actividades igualmente apasionantes.Todo, por supuesto, con tal de no hacer lo que había total conciencia de que se debía estar haciendo. Un caso típico, es decir, de procrastinación.Con esta curiosa palabra se designa a la ciencia, el arte o la patología, según cómo se lo mire, de dejar para mañana lo que se debería estar haciendo hoy. Pero hay más. Según argumentan una serie de académicos en una compilación de ensayos sobre el tema publicado por Oxford University Press con el nombre "The Thief of Time" (o "El ladrón del tiempo", como se conoce, en inglés, a este hábito) se trata de una tendencia en el comportamiento que despierta preguntas psicológicas y...

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