La ética del cuidado, la dependencia y la discapacidad

AutorEva Feder Kittay
Páginas242-257
CAPÍTULO 5
La ética del cuidado, la dependencia y la
discapacidad (*)
Eva Feder Kittay
1. Prefacio
Las personas con discapacidad continúan sufriendo
discriminación en el trabajo, la educación y la vivienda, y están
privadas de capacidades tan básicas como la libertad para moverse.
Incluso en aspectos de la vida como las amistades, las personas
con discapacidad, especialmente si tienen una discapacidad
cognitiva, se encuentran excluidas (Reinders, 2008).
La discapacidad se encuentra en búsqueda de una ética que
nombre los daños que enfrentan las personas con discapacidades –
discriminación que amenaza la dignidad y el bienestar– y que
ofrezca recursos morales para compensarlos.
En la mayoría de las teorías dominantes de la justicia, la
dignidad está relacionada con la capacidad de ejercer la autonomía.
El bienestar de una persona suele ser un requisito previo para la
autonomía, pero cuando los individuos se encuentran dependientes
de otros (como muchas personas con discapacidad) para su
cuidado personal, seguridad económica y protección, la dignidad
que viene con la autonomía se ve amenazada.(252) Por esta razón,
muchas personas de la comunidad de discapacidad comparten los
puntos de vista de Michael Oliver, quien sostiene que la
dependencia se “crea entre las personas con discapacidad, no por
los efectos de las limitaciones funcionales en sus capacidades para
el cuidado personal, sino porque sus vidas están moldeadas por una
variedad de fuerzas económicas, políticas y sociales que producen
esta dependencia” (Oliver 1989: 17).
En cambio, las personas con discapacidades han querido insistir
en su derecho a vivir vidas independientes y que se les conceda la
misma justicia que se otorga a personas sin discapacidad, es decir,
los “temporalmente capacitados”. La necesidad de cuidado, o como
muchos prefieren llamar, la “asistencia”, no se considera un signo de
dependencia, pero sí una especie de prótesis que permite que una
sea independiente. Judy Heumann, uno de los fundadores del
Movimiento de Vida Independiente, escribió: “Para nosotros, la
independencia no significa hacer las cosas físicamente solos.
Significa poder tomar decisiones independientes. Es un proceso
mental no dependiente de un cuerpo normal” (citada en Stoddard
1978: 2).
Mucho se ha logrado con el trabajo pionero de estos defensores
de la discapacidad. En los Estados Unidos, lograron la aprobación
de la Ley para Estadounidenses con Discapacidades (ADA, por sus
siglas en inglés), en julio de 1990. Esa ley establece: “Los objetivos
adecuados de la Nación con respecto a las personas con
discapacidades son garantizar la igualdad de oportunidades, la
participación plena, la vida independiente y la economía
autosuficiente para tales individuos” (ADA [a], [8]).
La ADA concibe el cuidado del mismo modo en que la mayoría
de nosotros concibe nuestra dependencia hacia los agricultores: es
decir, como un instrumento. Sin embargo, la mayoría de nosotros no

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