El escándalo: se multiplica en los escritorios

El suspenso de la cancha fue reemplazado por la intriga de los escritorios, de un fallo que vino a ponerle un controvertido final a lo que no pudo tener un desenlace deportivo. Fue la peor desnaturalización que le pudo ocurrir a la trilogía de superclásicos, con un escándalo que quedó por encima del pobre nivel futbolístico que traía la serie.

El partido más importante de los últimos 10 años, de acuerdo con la categorización que le había dado Daniel Angelici y con la que coincidía una gran mayoría, no pasará a ser recordado por ningún gol ni por una figura, sino por un dictamen disciplinario, que se presta a la polémica por su baja rigurosidad.

Como una alegoría, el fallo de la Conmebol salió anoche casi a la misma hora que el jueves debería haber finalizado el partido: las 22.35. River, la víctima, fue compensada con lo que merecía: la clasificación a los cuartos de final. Boca, el victimario, asumida que la descalificación era algo irreversible, al menos evitó el destierro internacional para el año próximo. Si lo consigue vía el torneo local, volverá en 2016 a una Copa Libertadores en una Bombonera enmudecida durante cuatro partidos por la prohibición de asistencia de público. Una pena bastante alejada de las presunciones que indicaban la marginación de la competencia internacional durante un año y dos años de clausura para la Bombonera.

Al término de las extensas deliberaciones en Asunción, a Angelici le tocó interpretar el papel de disconforme, a pesar de que el día anterior había dicho que iba a acatar la sanción. Sin embargo, desde la aciaga noche del jueves, el presidente de Boca sintió en las últimas horas que el piso dejaba de moverse bajo sus pies de dirigente. Puso a salvo a su club de lo que hubiera sido un ostracismo internacional.

Los demás componentes del negocio del fútbol, televisación y anunciantes, también saludan que Boca no sea sacado de circulación como máquina de generar dinero. A ellos, la inasistencia de público no les afecta los intereses. Y en el caso de la televisión, hasta la beneficia, agranda su audiencia.

Más allá de los considerandos que merezca lo resuelto por la Conmebol, queda una sanción que interpela sobre males enquistados en nuestro fútbol. Que nos recuerda que la violencia, lejos de ser controlada o erradicada, se agrava, se expande como una mancha de aceite que alcanza cada vez a más protagonistas, incluidos periodistas que no miden la irresponsabilidad de algunos mensajes, que fomentan la histeria...

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