Ecos cercanos de 2001

La llegada al poder de Mauricio Macri fue, aun para muchísimos de sus votantes, una novedad inesperada. Sus consecuencias van haciéndose evidentes muy de a poco. Al asignarle el gobierno a Cambiemos, el electorado ubicó a muchos otros actores de la vida pública en un lugar que tampoco estaba previsto. Sobre todo, para ellos mismos.

Toda la dirigencia está, como dice el GPS, recalculando. En especial la que ejerce la representación social. Las organizaciones no terminan de adaptarse a la nueva localización, que les impone un cambio abrupto de estrategias. Es el reino de la perplejidad.

La primera sorpresa se percibe en la perspectiva de la larga duración. La recesión que desembocó en la gran crisis de 2001 introdujo una mutación dramática en el paisaje social. Hubo un boom de pobreza. Legiones de empleados quedaron a la intemperie. Los sindicatos disminuyeron su representación en beneficio de los movimientos de desocupados y trabajadores informales. La titularidad de la demanda social quedó fragmentada.

Esa fisura no se advirtió del todo porque, desde 2001, los gobiernos y casi todos los que se encargaron de la reivindicación de los asalariados y de los pobres pertenecían, en casi todos los casos, a la misma organización política: el peronismo. Esta peculiaridad se acentuó durante el período de los Kirchner. Ellos tuvieron una visión bonapartista del bienestar social que convertía al gremialismo y a los caudillejos sociales en meros distribuidores de las mercedes que se reparten desde lo alto. Cristina Kirchner, que carece de ciertos frenos inhibitorios, llegó a explicitar esa visión retardataria. En una diatriba contra Hugo Moyano aseguró que nadie recordaba quién era el jefe de la CGT en tiempos de Perón porque "la gente sabía que los beneficios se los debía a Perón y a Evita". O a ella y Néstor.

Este cuadro disimuló una de las alteraciones más relevantes desde que el matrimonio llegó al poder: la asistencia social fue tercerizada hacia organizaciones de desocupados, como el Movimiento Evita, Kolina, Tupac Amaru, La Cámpora y, después de la transfiguración del arzobispo de Buenos Aires en papa Francisco, en la bergogliana Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

El triunfo de Cambiemos produjo en estos grupos, de encuadramiento peronista, una extrañeza inicial: quedaron instalados, por primera vez, en la oposición. Esto plantea un primer inconveniente. Deben rivalizar con un gobierno que les da los recursos. Y, para justificar...

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