Dos misterios: el comienzo y el fin de la vida

AutorCarlo Maria Martini

“Es difícil establecer cuándo un ser puede ser llamado “persona” o “individuo”, señala el cardenal Carlo M. Martini al reflexionar sobre los interrogantes que plantea la bioética en la concepción y el encarnizamiento terapéutico.1

Luigi Sturzo escribió en 1943 un libro titulado La vera vita (La verdadera vida). Tenía como subtítulo Sociología de lo sobrenatural. Este escrito espiritual de un hombre dedicado ante todo a los problemas sociales y políticos me ilumina en la búsqueda de qué decir respecto del complejo tema de la vida.

Empecemos por recordar (cosa que no siempre se hace) que con la palabra “vida” aludimos concretamente a la “vida humana” y no a otros fenómenos vitales por más complejos que puedan ser. En este sentido “vida” se opone a “muerte”, muerte del hombre y de la mujer, cuyo preciso momento no es fácil de establecer –como muestra la controversia entre los científicos– pero cuyas consecuencias se manifiestan con certeza en la rápida degradación de todo el organismo.

De manera análoga, que no es fácil establecer cuándo comienza exactamente una vida humana, y sobre todo cuándo podemos llamar “persona” o “individuo” a un ser y considerarlo objeto de derechos y deberes. No obstante sigue siendo cierto que cada huella de vida humana, tanto en estado incipiente como final, merece respeto, atención, veneración. Basta que un ser humano tenga un mínimo de “vida”, que dé alguna señal de actividad vegetativa permanente para que se considere aún “con vida”.

Aquí surgen grandes interrogantes éticos como la licitud de intervenir sobre un ser humano que vive por tiempo prolongado sólo y únicamente (al menos así parece) el momento vegetativo de su existencia. Una cuestión análoga se plantea en el comienzo de la vida: ¿son los casos en los cuales, aun reconociendo todo el respeto debido a un ser humano, su presencia puede tornarse tan peligrosa para los otros que obligue a suprimirla? ¿Existen situaciones en las que una vida se torna insoportable y aparentemente inmodificable, a tal punto que habilite a plantear la licitud moral de ponerle fin? Ciertamente será muy difícil afirmarlo tanto en el lenguaje de l Derecho como de los principios abstractos porque no alcanzan a abarcar de la complejidad de los elementos éticos, valorativos y afectivos que entran en cada caso particular y singular y cada uno distinto del otro. Creo que sólo quien está de hecho involucrado jurídica, emotiva y afectivamente en tales situaciones puede percibir algo de...

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