Bashar, el dictador a pesar de sí mismo

PARIS.- La arrogancia de Hosni Mubarak, la grandilocuencia teatral de Muammar Khadafy o las alucinaciones dictatoriales de Saddam Hussein le fueron tan ajenas como la necesidad de hacerse notar.Bashar al-Assad siempre fue un hombre discreto. Comparado con sus derrotados homólogos de Medio Oriente, el presidente sirio parece reservado, introvertido, acaso acomplejado, hasta víctima de una inseguridad enfermiza.A pesar de las apariencias, nunca fue un hombre sediento de poder. Simplemente se plegó a la función presidencial y sus trágicos esfuerzos para lograrlo muestran bien que no estaba hecho para imitar a su padre, el temible Hafez al-Assad, que sometió a su país a sangre y fuego durante casi 30 años. Para decirlo de otro modo: Bashar al-Assad es un dictador a pesar de sí mismo.Si bien ese error de casting fue al principio una fuente de esperanza para el pueblo sirio, rápidamente se transformó en decepción y terminó siendo causa de enormes sufrimientos.En principio, nada lo destinaba al poder. Bashar hizo sus estudios en Damasco y terminó su formación como oftalmólogo en Londres. En 1994, tras la muerte de su hermano Basel, heredero designado de su padre, pasó a ocupar el primer lugar en la línea sucesoria y tuvo que regresar a Siria, donde entró en la academia militar para prepararse para su cita con la historia. Ese día llegó cuando murió su padre, en junio de 2000: con apenas 34 años tuvo que asumir la conducción del país.Pasión por la informáticaPero sus verdaderas pasiones estaban lejos del ejercicio feroz del poder practicado por el fundador de la dinastía. Lo único que entusiasmó siempre a Bashar fueron las computadoras e Internet.En 1989 fue uno de los fundadores de la Syrian Computer Society, especializada en el desarrollo de tecnologías de la Red, que se transformó rápidamente en terreno de formación privilegiado para políticos jóvenes y ambiciosos.La presidencia de Bashar no comenzó con los mejores auspicios. En aquel 2000, Siria parecía apenas salir de la Guerra Fría. Aislado del mundo, maniatado por la ideología de un nacionalismo árabe teñido de marxismo y paralizado por las estructuras de una economía planificada, el país daba la impresión de estar perdiendo el tren de la modernidad.Para evitarlo, Al-Assad decidió poner el acento en el progreso tecnológico, la apertura económica y la renovación de infraestructuras. El joven mandatario permitió a la gente común acceder a Internet, se multiplicaron los cibercafés, se autorizó la televisión...

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