Detlev Glanert: 'A mí me interesa el ser humano'

El solo descubrimiento de su vocación de compositor resulta una anécdota insólita. Detlev Glanert, creador de Calígula, el título con el que el Teatro Colón abrirá hoy su temporada lírica (en una producción de la English National Opera con puesta de Benedict Andrews), cuenta que de niño se fascinaba escribiendo notas musicales por la mera estética de esas grafías sobre el papel. No se interesaba en absoluto por cómo sonarían esos símbolos cifrados en un pentagrama. Hasta que un día lo descubrió y supo de inmediato que su destino estaba en la ópera. Discípulo de Hans-Werner Henze, este alemán de cincuenta años con una vasta y reconocida trayectoria en el género (más de una docena de obras exitosamente representadas) se distingue por la originalidad e imaginación de su lenguaje.-¿Se podría decir que por ese origen de su vocación la música tiene para usted un fuerte componente visual?-¡Absolutamente! Para mí, la música existe a través de una visualización. Por eso supe desde el principio que lo mío era la ópera, por su acción, su vitalidad, su movimiento.-¿Qué sucede con la música instrumental?-Es otra cosa. A mí me interesa el ser humano.No soy un teórico, como Lachenmann, que estuvo aquí recientemente. Lo aprecio, pero soy otra cosa ¡En Alemania siempre subsisten esos dos caminos!–Hablemos de esas tradiciones alemanas…–Siempre han existido los dos carriles: Wagner y Brahms; Schönberg y Strauss; Stockhausen y Henze. En los año cincuenta, Henze, mi maestro, se había unido a los centros de música contemporánea (donde estaban Stockhausen, Ovules y otros), pero pronto se separó porque no aceptó la modernidad como una nueva dictadura en la que en el centro estaban las estructuras y los procedimientos, en lugar del ser humano.–¿Dónde se ubica su música?–Después de la Segunda Guerra había palabras envenenadas: "tradición, historia, herencia cultural". Yo me siento unido a la tradición.–¿Qué implica la tradición en un compositor contemporáneo?–Que provengo de un desarrollo por el cual mi música es atonal pero no estructuralista. Diría que hay una predilección por representar lo profundo del alma humana. Otra característica muy alemana consiste en hacer coincidir las estructuras (la organización técnica de la música) con los sentimientos, es decir, que ambos componentes estén diciendo lo mismo. Uno de los más bellos resultados en ese sentido son las sinfonías de Brahms: estructuralmente complejas, se apoyan en el mismo principio estético de su expresión ¡Maravilloso...

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