Desarraigo. De Venezuela a Bs. As: viajó 7 días por amor a su profesión

No le quedó remedio. Pero tampoco tenía otra opción. Después de haber viajado más de siete días en auto, ómnibus y avión, solo y con un par de bolsos cargados con sus únicas pertenencias, finalmente había llegado a la ciudad de Buenos Aires. Atrás habían quedado los días de gloria, los flashes en el escenario y las medallas ganadas con mucho esfuerzo y pasión . Simón Muller (32) estaba dispuesto ahora a comenzar una nueva vida para la que proyectaba muchas oportunidades. Pero todavía no había llegado el día. Y esa noche, agotado y agobiado por el viaje, no tuvo otra alternativa de acomodar sus bolsos cerca de su cuerpo y dormir en una plaza en el barrio de Palermo .

Acostumbrado al calor del Caribe, era la primera vez que experimentaba el frío húmedo típico del invierno porteño. Tampoco estaba preparado para ese choque. Pero miró al cielo, recordó la promesa que le había hecho a su papá (fallecido en 2003) y se prometió no bajar los brazos . Nada ni nadie podrían opacar ese compromiso. "El día que llegué a Buenos Aires me encontré con una ciudad imponente. Muy bella, pero aterradora al mismo tiempo. Sin embargo esto no me desanimó y decidí seguir adelante. Estuve dos días durmiendo en la calle hasta que pude llegar a la localidad de Belén en el partido de Escobar . Allí, una amiga venezolana me ofreció quedarme en su casa hasta que pudiera organizar y concretar las propuestas laborales que tenía".

Desde pequeño había sido un luchador. Criado en una base militar, pasó los primeros trece años de su vida en un ring de box ubicado frente a su casa y donde iba con su papá para jugar y ejercitar . De aquella época conserva recuerdos imborrables. "Recuerdo que todas las mañanas, veía a mi papá hacer su trote matutino con los soldados del batallón. A veces me dejaba acompañarlo: me ponía un chaleco brillante por seguridad y yo iba feliz con todos esos hombres que se entrenaban en lo físico pero también en la disciplina. Estos son recuerdos imborrables, que llevo guardados en mi mente y corazón".

Lo deportivo se convirtió entonces en un hábito y compañero constante en su vida . A los 16 años obtuvo su primera certificación de fitness, lo que lo habilitó a trabajar como profesor en una sala de musculación. Fue un paso para empezar a crecer en lo académico. Al poco tiempo, se ganó un lugar en un gimnasio convencional. Sin embargo, como era muy joven y no tenía la experiencia requerida, el salario que percibía era insignificante. "Es más, para poder...

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