Cuidado con mentirse al solitario

Desobedecer el mandato de los recaudos extremos fue el mayor legado que dejó el torneo Transición. Muchos equipos defendieron una propuesta que no rechazó los recursos estéticos y así reivindicaron el placer de jugar. Reconfortó la apuesta ofensiva que rescataron varios, incluso desde escuelas diferentes. Acostumbrados los torneos locales a estar gobernados por el miedo, hubo una saludable revolución: la elección por los riesgos. Sin lirismos ni conductas suicidas. Un nutrido grupo de entrenadores construyó conjuntos con el compromiso de no resignar atrevimiento. Ahora, ¿vale soñar con un placentero contagio?

Basta de enjaular la valentía en el sótano. No existen las fórmulas infalibles, pero el tránsito siempre es más reconfortante cuando los equipos se animan, sencillamente, a jugar. Convencidos de una idea protagónica. Después se puede perder, claro, pero al menos ese equipo ya no quedará desautorizado. El año entregó también algunos llamados de atención. Singulares, porque pertenecieron a procesos exitosos o, al menos, bendecidos por la crítica con elogios. La utilitaria versión que desempolvó el seleccionado en el tramo decisivo del Mundial, el travestismo ideológico de Racing para afirmarse rumbo al título y la empequeñecida propuesta que llevó San Lorenzo a Marruecos...

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