Por dónde se corta el hilo

AutorMaristella Svampa

Acaba de firmar, junto con otros intelectuales, una declaración alertando sobre los efectos de los discursos criminalizadores de ciertos movimientos sociales por parte de Elisa Carrió, Gerardo Morales y las coberturas de los diarios Clarín y Nación.

–Es que es muy preocupante porque cada vez que se agita el fantasma de la violencia política los contextos represivos se acentúan o hay episodios de represión. Hay además un clima muy enrarecido en la sociedad en el último año y medio. Mucha gente empezó a pensar en términos de una estructura binaria, de fuerte polarización. A pesar de que no soy partidaria de lecturas de lo destituyente, ese esquema binario que instala el sistema de amigo/enemigo de manera tan tajante lo que hace es debilitar aun más el contexto democrático en Argentina e impide pensar en la complejidad de los conflictos políticos. Pero más allá de esas lecturas es necesario decir que sí está enrarecido el clima y que ha habido un avance de la derecha que apela en su discurso a la noción de seguridad, de gobernabilidad.

Pareciera como que ese avance de la derecha ha logrado consolidar, tal vez a partir del conflicto con los sectores agrarios, un “nosotros” que se da el lujo hasta de expresiones racistas.

–Yo no soy partidaria de lecturas lineales. Efectivamente hay una campaña antipiquetera muy fuerte que instala distintos discursos criminalizadores que ahora se ven reactualizados con distintos voceros, pero sólo reactualizados. La criminalización de los movimientos sociales e incluso de la pobreza son dispositivos generales del modelo neoliberal desde mediados de los noventa, cuando surgen los primeros levantamientos comunitarios en las localidades petroleras al estilo Cutral-Có y Plaza Huincul en Neuquén, Mosconi en Salta. Entonces ya se aplican dispositivos de criminalización en ese marco de Estado de seguridad –porque hay un mayor pertrechamiento de las fuerzas de seguridad, no olvidemos el rol que empezó a tener Gendarmería Nacional–. Estos dispositivos recorren, de manera diferente, distintos ciclos políticos. Las organizaciones piqueteras fueron criminalizadas desde el origen, más allá de que circunstancialmente ahora sean las organizaciones piqueteras que tienen afinidad con el Gobierno las que aparecen como en el centro del cuestionamiento.

Sin embargo, ahora se hace cierto hincapié en la estigmatización de los rasgos identitarios de estas organizaciones.

–En realidad los argumentos que forman parte del discurso criminalizador estaban en juego desde principios del 2000 y para mí son cuatro:

-Asociar a las organizaciones de desocupados con la figura del “subversivo”. Ejemplos: Cuando se da el Cutralcazo el Gobierno mismo habla de rebrote subversivo. Los piqueteros de General Mosconi en 2001 son vinculados con las FARC y la ETA. Cuando se da la masacre de Puente Pueyrredón lo primero que se dice, de lo primero que se habla es de la existencia de un complot y de luchas internas entre piqueteros. Es decir, esa figura recorre el discurso criminalizador. Hoy en día se habla de violencia política y violencia piquetera y hay quienes comienzan a decir si efectivamente no hay más piqueteros armados. Este argumento es el más grosero y tal vez por eso también el más endeble.

-La hipótesis de la manipulación: O bien hay partidos políticos detrás y por ende esto los desnaturaliza en sus demandas. O bien son presos del clientelismo. Así se convierte a los piqueteros en agentes asistenciales que son cooptados por los diferentes gobiernos que distribuyen de manera discrecional esos planes sociales, no son por ende autores libres o autodeterminados, lo cual exhibe un desprecio importante.

O sea, no hacen política sino simplemente ponen el cuerpo.

–Ese es otro argumento, que se usa últimamente: la hipótesis miserabilista. Que yo llamaba así desde el año 2004, es decir que al ser bases sociales muy vulnerables, desprovistas, que se desenvuelven en el campo de la sobrevivencia, no pueden o no son capaces de hacer política. Hay una suerte de límite ontológico de la política y lo que se hace es, sobre todo, rechazar todo tipo de análisis complejo y asimilar las organizaciones de desocupados a esas masas sumergidas que no pueden autodeterminarse, no pueden pensar en otros mundos posibles. Son expulsados de la política.

¿Y el cuarto argumento?

–Sería una crítica normativa, que aparece en algunos diarios, en el discurso de ciertas ONG e incluso de académicos: ahí se dice que no son lo que deberían ser. Ellos deberían ser y tener otro tipo de demandas. Es decir, se movilizan o realizan cosas que no se espera que hagan. Salen del marco, la crítica normativa dice que no son lo que deberían ser y en cambio se constituyen en actores plebeyos, utilizan la acción directa, se organizan en cooperativas, solidariamente, pero además desarrollan una acción de tipo no institucional. Tal vez este último argumento sea el que está menos presente y ahora funcione más la hipótesis de la manipulación, clientelar. Pero insisto, en 2004 se hablaba de clientelismo de izquierda en relación con el Partido Obrero, por ejemplo. Se ignoraba así el contenido diverso y complejo del universo piquetero buscando simplificarlo y en este caso es clientelismo gubernamental.

Sin embargo, cuando se describe en los grandes medios a la organización Túpac Amaru, particularmente, todo lo que podría ser a favor, como la construcción de viviendas, etc., se traduce en descalificación. La organización se convierte en “Estado paralelo”.

–Es cierto, hace unos años se invisibilizaba la red solidaria que se desarrolla en los barrios, entonces se trataba de descalificar las acciones que se llevaban a cabo en el espacio público e...

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