Coronavirus: La paradoja de la cuarentena

La de coronavirus convirtió al mundo en un gran laboratorio. Mientras se busca la vacuna, todo en el planeta se ha vuelto objeto de experimentación, desde la economía y el trabajo hasta la psicología de los que esperan en el paréntesis de su hogar. Desde cierta perspectiva, esto podría ser fascinante, salvo por el dolor de tantas muertes y por un dato inquietante: esta prueba inédita, que desbarató las certezas y nos interpela como individuos y como especie, no está en nuestras manos. Más que manejar los tubos de ensayo y las probetas, nos toca ahora representar el papel de cobayos. Y ahí vamos, moviéndonos a tientas, con mayor o menor orientación, en procura de una salida del laberinto o, más bien, en busca de aquello que nos permita recuperar la ilusión de control en este gran laboratorio que, con dosis parejas de soberbia y estupidez, creíamos regentear a voluntad.En este proceso de prueba y error en que quedó reducida la vida, la es el ensayo más sensible y delicado. Ha sido el minuto de tiempo muerto que el entrenador pide en el básquet para cortar el juego cuando el rival le está propinando una paliza a su equipo. ¿Puede la suerte de un partido cambiar por una interrupción de un minuto? Quizá los memoriosos del básquet puedan ayudarme con algún ejemplo, pero lo seguro es que el recurso permite al menos detener la debacle y cortar la racha ganadora del adversario. Además, ese minuto le ofrece al entrenador la oportunidad de dar con palabras que templen el ánimo, despierten el orgullo herido y le devuelvan al equipo la confianza en sí mismo, todo lo que puede revertir el resultado del partido. Hay otra cosa segura: cuando el cronómetro lo indique, el réferi hará tronar el silbato y habrá que volver a la cancha.La cuarentena ha sido o es, para casi toda la humanidad, ese minuto de tiempo muerto en el que nos hemos parado al costado de la vida, del otro lado de la raya que delimita la cancha. Una orden del entrenador que los jugadores acataron sin protestar, porque la paliza que estaban recibiendo era evidente y muy costosa. La diferencia es que acá no hay un reglamento escrito. No habrá un pitazo que llegue de afuera para decirnos que los sesenta segundos de paréntesis expiraron. Aquí nosotros, en parte a través de quienes hemos elegido para gobernar, decidimos cuánto va a durar ese minuto. Pero vivimos sensaciones parecidas a las de los jugadores: al principio, cortamos el flujo de acontecimientos que nos estaban precipitando al...

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