Choquequirao, el otro Machu Picchu: sólo llegan a pie unas 20 personas por día
Las terrazas decoradas con llamas, símbolo de Choquequirao. Foto: Luis Agote
Todo comenzó cuando mi amiga Silvina vio en una revista de viajes extranjera un recuadro que apuraba a ir a Choquequirao antes de que lo tomaran las masas. Uno de esos sitios arqueológicos aún vírgenes al turismo que no lo sería por mucho tiempo. "Si estuvieron en Machu Picchu saben a lo que nos referimos", enfatizó su marido a modo de carnada cuando nos ofrecieron compartir la travesía en familia. Varios correos electrónicos del tipo "a la caminata vamos a parirla y a disfrutarla todos juntos", o "caminar es un acto muchísimo más mental que físico y si tu cabeza no quiere avanzar, no hay estado físico que ayude", nos terminaron de convencer, y en menos de dos meses estábamos en Cusco.
El día previo a la partida, en lo que los más jóvenes del grupo decidieron llamar charla de "mentalización", el guía Diego Choque García se encargó de detallar, mapa en mano, las largas horas diarias a caminar, la altura a trepar, el peligro de los precipicios, y la importancia de que cada cual librara de toda responsabilidad a la empresa en caso de accidentes con una firma. Más allá de eso, la íbamos a pasar genial.
Los primeros días
Cachora, pueblo colonial que se visita al principio y el fin del trekking. Foto: Luis Agote
Cachora es un pueblo colonial de adobe que formaba parte de la hacienda de San Pedro de Cachora, gran parte de cuyos tres mil habitantes se dedican a la agricultura o a arrendar mulas y equipo a los caminantes que emprenden el ascenso de 63 km de ida y vuelta que lo separan del Parque Arqueológico Choquequirao. Son tan pocos los que lo visitan, que aún no existen los puestos de souvenirs y los alojamientos se cuentan con los dedos de una mano.
El equipo completo se alista ahí: ocho somos los turistas, acompañados por un guía, dos muleteros y sus siete mulas, un arriero con dos caballos de soporte, un cocinero y su ayudante. Además, una mochila de siete kilos por caminante que cargan las mulas, carpas, bolsas de dormir y todos los bártulos necesarios de cocina además de varios kilos de comida para los cinco días.
Por el sendero en un bosque de alisos. Atardecer del primer día de trekking. Foto: Luis Agote
El día uno de caminata es tranquilo: un recorrido de dos horas por chacras cultivadas con pendiente poco pronunciada nos conduce al Abra Capuliyoc , un balcón con vista a la imponente Cordillera de Vilcabamba. De ahí es todo bajada ?"pasos cortos y apoyando primero los talones", nos recuerda Mariano? hasta la tropical Chiquisca, un caluroso campamento verde en...
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