Un caso que habla del futuro

El asesinato de Mariano Ferreyra encierra, en su enorme densidad política, muchas claves del futuro. Desde que se produjo, el país ha asistido a comportamientos y ha oído palabras que, con una expresividad por momentos dramática, hablan de tendencias difíciles de revocar.Uno de esos mensajes dice que los Kirchner están cada vez más cerca de perder el poder el año que viene. No es una evidencia que provenga de las fluctuaciones de imagen del matrimonio, sino del patético nivel de mala praxis que contamina sus decisiones. Si su estrategia electoral saldrá de la misma cabeza que interpretó los hechos de Avellaneda, el kirchnerismo no debe esperar algo muy distinto de la derrota.El miércoles por la noche, la Presidenta y su esposo dispusieron -con la misma liviandad con que le imputan un delito aberrante a Bartolomé Mitre y a Héctor Magnetto- que la bala que mató a Ferreyra debía ser atribuida a un ex presidente de la Nación, Eduardo Duhalde. Hugo Moyano lo repitió por televisión, demostrando que está adherido al matrimonio, entre otros pegamentos, por un candor infantil. Ahora pagan cara esa martingala: el presunto responsable de la muerte del joven militante, Cristian Favale, es un barrabrava que asiste a las fiestas de Amado Boudou. Sería un disparate responsabilizar a Boudou por una foto. Pero si alguien lo cometiera el ministro debería quejarse ante sus jefes, fundadores de esta lógica. Favale se entregó ayer, alegando inocencia. Dio detalles sobre quien, según él, fue el verdadero killer . ¿Alguien quiere encubrir al autor de los disparos? Nadie debería sospechar del Gobierno si no fuera porque desde la Casa Rosada lanzaron aquella fábula inicial sobre el duhaldismo.Imaginar que en Olivos se aloja un genio maligno maquinando coartadas es sobreestimar a los Kirchner. Cada vez más anquilosados, ellos han perdido la capacidad de organizar la información de manera inteligente. La convicción de que el asesino de Ferreyra es Duhalde es anterior a la muerte de Ferreyra. Hace ya mucho que los Kirchner descifran las malas noticias con la sola hipótesis de una conspiración del PJ disidente, Julio Cobos y los medios de comunicación independientes. A los cortesanos que los rodean les resulta más práctico alimentar con leyendas urbanas esas fantasías que proveer una versión rigurosa de los hechos. No vaya a ser que, por desmentir el dogma, ellos también terminen acusados de ser parte del complot.La reacción oficial ante el crimen de Avellaneda es, entonces, otro...

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