Trabajo carcelario. Falacia de una realidad. (Avance de un Proyecto de Investigación)

AutorRomina Morelli; Adriana Gamez
CargoAbogadas. Adscriptas a la Cátedra de Criminología. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba
Páginas155-166

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I Motivación

Elegimos este aspecto de la realidad carcelaria porque no existen investigaciones concretas al respecto. Pero no por esto la cuestión del trabajo carcelario deja de tener una importancia fundamental para la resocialización de los internos, fin normativo que se persigue que justifica o legitima la existencia de la cárcel.

Llama poderosamente la atención que desde hace dos siglos, la ideología1 que sustenta el trabajo carcelario es la misma, por la simple razón que los principios quePage 156 fundamentaron el surgimiento de la prisión, el sistema retribucionista, el premial punitivo, siguen hoy vigentes. Vigilancia, control y corrección siguen hoy sustentando la existencia de la prisión. Es más; la ideología que fundamenta la cárcel es la misma, más allá de las variaciones que se han dado a través de los distintos discursos de política criminal. Nuestra hipótesis de trabajo parte del análisis realizado por Rusche y Kircheimer en “Pena y estructura social”, donde establecen la relación existente entre cárcel y economía, y derivada de esta relación, la que existe entre trabajo carcelario, disciplina y control social.

II Objetivos

Nos proponemos abordar éste análisis desde dos frentes: por un lado queremos demostrar que la ideología que sustenta la cárcel, y específicamente el trabajo carcelario, es la misma desde sus comienzos hasta hoy; por otra parte contraria a la invariabilidad de esta ideología, expondremos las diferentes justificaciones que han surgido a través del tiempo. Veremos cómo el trabajo carcelario comenzó siendo una forma productiva de adiestramiento y, pasando por el trabajo improductivo, se convirtió en trabajo punitivo.

También queremos dejar sentado que uno de los pilares que justifican el trabajo carcelario es, según el sistema normativo argentino, la base del tratamiento para la recuperación del interno y su reinserción en la sociedad y, por lo tanto, en la realidad laboral. Pero las motivaciones utilizadas para implementar el trabajo carcelario no son las mismas que rigen en el mercado laboral actual, inmerso en la globalización, y aquí reside una de las tantas contradicciones que se tratan de sostener a través de la legislación vigente.

III Introducción

Citando a GOFFMAN2 “una institución total puede definirse como un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos, en igual situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente”.

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Con esta idea fue creada la cárcel, allá por fines del siglo XVIII. Nació como una forma de reclutar mano de obra barata, se buscaba satisfacer las necesidades del mercado. Era necesario poner en funcionamiento la fuerza productiva del Estado y además sirvió para sacar de circulación y de la vida cotidiana, aquel excedente poblacional sin trabajo, vagos, que se había convertido en la razón del aumento de la criminalidad y del desorden social, al entender de los ideólogos de aquella útil creación que fueron las penitenciarías. Hoy la cárcel es una réplica de aquella del siglo XVIII en cuanto a su diseño y su administración interna, pero es obsoleta, porque su estructura (normativa, funcional y edilicia) está lejos de satisfacer los fines para los cuales fue creada, fines plasmados en la legislación sustentada por la ideología de la resocialización.

Control social es para Morris JANOWITZ “la capacidad de la sociedad de regularse a sí misma”3 lo cual puede trasladarse perfectamente a la sociedad carcelaria, ya que existen dentro de la cárcel unos postulados y principios de funcionamiento específicos que distinguen la manera de funcionar. Están presentes principios conductistas y retribucionistas que comenzaron a ser usados mediante las ciencias que brindaban un mejor conocimiento del interno, por ejemplo la psicología, la criminología, etc. A través del conocimiento del preso, de su conducta, de su modo de comportarse, se extraen premisas que sirven para aplicarle determinado castigo o, como hoy se dice, medidas disciplinarias. Esto se relaciona con el sistema premial punitivo, que sigue vigente aunque se hagan esfuerzos denodados para modificar su existencia. Estos principios inculcan en el preso un claro concepto de adaptación social determinados. Son esos principios y no otros.

El estudio del control social y del control penal puede verse desde dos momentos: por un lado la creación de normas, y por otro lado, su interpretación y aplicación. Lo plasmado en la legislación tiene, paradójicamente, una realidad muy distinta porque observamos, en palabras de Iñaki RIVERA BEIRAS, la “devaluación de los derechos fundamentales de los reclusos”4 al advertir que cada vez es más visible la degradación de los internos como personas, como seres humanos y como individualidades diferenciadas unos de otros. Aún más, sin quedarnos con que se dice una cosa y se hace otra, queremos extralimitar nuestro estudio y llevarlo al límite de pretender, sin acercarnos tal vez a una certeza, entender o visualizar cuál es la motivación que lleva a tal incongruencia imperdonable, más, porque el mandato proviene de la letra de la ley del Estado.

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IV Desarrollo
A Una aproximación a la evolución del trabajo carcelario

La penalidad expresa simbólica y materialmente el poder del Estado. El desarrollo histórico de las formas capitalistas de producción transformó las relaciones legales y modificó la esfera penal conforme a las necesidades del capital. El castigo debe entenderse como un fenómeno social con fines específicos, pero no puede comprendérselo solamente a partir de ellos como tampoco puede hacérselo exclusivamente desde sus fines penales, ya que el derecho penal tiene funciones ideológicas, y el sistema penal logra el apoyo social a través de dos elementos: la persuasión física y la persuasión simbólica5. La política penal es un elemento dentro de un entramado más amplio multidimensional y multicausal de relaciones.

En el estudio realizado por RUSCHE y KIRCHHEIMER sobre la cárcel y el trabajo carcelario hemos advertido claramente cuáles eran las motivaciones en esos momentos históricos. Motivaciones que dieron como resultado el reclutamiento de personas para lograr movilizar la producción del Estado. En la época mercantilista, la escasez y los altos costos de la poca mano de obra disponible dieron como resultado el énfasis en la necesidad de trabajar; el trabajo se convirtió en un recurso vital del Estado. Así las políticas tendieron a mejorar la mano de obra y controlar su poder. Dichas políticas fueron variando desde la esclavitud, a la deportación, y por último al servilismo penal como la innovación más perdurable y exitosa. Se utilizó mano de obra forzada en instituciones especialmente adaptadas. Así surgieron los correccionales, como la forma de combinar el asilo, el taller y la institución penal. Los objetivos eran utilizar la capacidad de trabajo de gente poco dispuesta a hacerlo y que eso fuera socialmente útil. Esto implementado a través de un sistema de estricta disciplina y orden. Se buscaba que los obligados a trabajar se adiestraran vocacionalmennte y que, al salir, engrosaran voluntariamente las filas de trabajadores del mercado laboral.

Hacia fines del siglo XVIII, la cárcel se había transformado en una forma física de castigo ya que había desaparecido la base económica, y las cárceles estaban superpobladas.

Con el advenimiento de la revolución industrial, el libre comercio, las políticas económicas del laissez faire, y el auge de las maquinarias que reemplazaron al trabajo humano, las cárceles antiguas resultaban obsoletas. Esto llevo a una remodelación de la cárcel que pasó a convertirse en un “sistema racional dePage 159 disuasión”, transformándose en confinamiento solitario, el encierro por el encierro mismo. El trabajo pasó a formar...

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