La capitulación de un líder que siempre sube la apuesta

WASHINGTON.- Una mezcla de inexperiencia y de arrogancia produjo el efecto menos pensado en Donald Trump. El presidente no sólo se vio obligado a capitular, sino que, al fin, demostró que les tiene respeto a los jueces.

Ellos ganaron claramente la primera pulseada institucional del magnate. Anoche, su administración permanecía temerosamente atenta a eventuales recursos judiciales contra la segunda versión de su decreto migratorio.

Nada estaba cerrado y la espera -con su agonía- se prolongará, previsiblemente, varios días.

El respeto a la justicia, una tradición más que deseable para el funcionamiento institucional, es todo un cambio para un presidente que llegó convencido de que podía hacer lo que se le antojaba.

Desde su perspectiva, cualquier propuesta que firme su lapicera se reviste de legalidad por el hecho de haber sido, antes, "una promesa de campaña". A fuerza de golpe y error comprendió el magnate los límites que el poder tiene aun para el hombre que, desde el Salón Oval, es catalogado, por consenso, como el más poderoso del mundo.

Fue una lección a costa de experiencia. Trump se tomó casi un mes para redactar su nueva orden ejecutiva sobre inmigración. Esto es, desde que el pasado 9 de febrero una corte de San Francisco confirmó la suspensión de su decreto original hasta ayer.

Fue el papelón de más corta vida de los que, hasta ahora, produjo el empresario. Sólo 14 días bastaron para que se diera por vencido.

Empezó el 27 de enero, con una firma ante las cámaras y acompañado por los aplausos de sus seguidores. En breves palabras argumentó la necesidad de aquella desprolija prohibición de ingreso como respuesta a una misteriosa y "urgente necesidad de seguridad" para el país. La peripecia concluyó 14 días después, el 9 de febrero pasado, cuando se dio cuenta de que el intento estaba perdido.

En medio, se tuvo que tragar varias expresiones indigestas. Entre ellas, la descalificación pública que hizo de los jueces.

Desde el "están politizados" que les espetó hasta el "cualquier mal estudiante de Derecho tendría más sentido común" con el que se burló de sus decisiones.

En 30 días tuvo que maniobrar, también, un abrupto cambio de estrategia. El "nos vemos en la Corte" con que desafió, vía Twitter, a una batalla final ante la Corte Suprema de Justicia, se convirtió, con el correr de los días, en borrón y cuenta nueva.

A pesar de aquella promesa, no hubo defensa final del controvertido decreto inicial. La cautela y el temor a un nuevo...

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