De campaña en el lejano oeste

COLONIA 25 DE MAYO, La Pampa.- Lucía y Joaquín irrumpieron en el escenario y Nora, que jamás los había visto en vivo, saltó de la sillita playera como hipnotizada. Sus ídolos estaban en su pueblo. En el VIP (un grupo de sillas de plástico pegadas al escenario) aplaudía encantado el intendente David Bravo, otro protagonista de la noche.

El, que aspira a ser reelegido, había organizado el show de los Pimpinela y no tenía planes de pasar inadvertido: su cara se reproducía en un gran cartel luminoso junto al escenario y en pósters detrás de los puestos de comida montados a los lados de la cancha del club social y deportivo.

"Costó carísimo, pero si no los traía yo, ¿quién?", dice orgulloso el joven intendente de este pueblo del desierto pampeano. En realidad, los trajo el petróleo. Como a los 5000 habitantes que en los últimos años duplicaron la población de Colonia 25 de Mayo y al enorme presupuesto, engordado por las regalías, que administra la municipalidad.

"En tres años, el presupuesto pasó de 8 millones de pesos anuales a casi 50, y todo manejado sin ningún control", protesta Miriam González, dirigente del Frente para la Victoria. Es la presidenta del Concejo Deliberante de la ciudad, donde los candidatos del kirchnerismo son oposición y tienen que ingeniárselas para pelear contra un rival acaudalado. El intendente, piquetero en sus orígenes, lidera el Movimiento Popular Veinticinqueño, es aliado del gremio más poderoso de la zona y apuesta al corte de boleta para atraer el voto K.

Colonia 25 de Mayo creció a lo far west . Arida y lejana (a 411 kilómetros de Santa Rosa), se llenó de petroleros que en su vida habían visto un pozo ni habían escuchado jamás hablar de un guanaco que no fuera el animal; todos dispuestos a pasar semanas en medio de la nada por un sueldo que, de arranque, puede llegar a 15.000 pesos. Pero con la bonanza llegó el caos: los gremios se trenzaron en una lucha feroz por sumar afiliados. Hubo amenazas, aprietes a trabajadores y empresas, peleas a los tiros y el crimen, jamás resuelto, de Ariel Quiroga, un gremialista que en 2009 apareció muerto en el río.

De un lado, el poderoso sindicato petrolero de Río Negro y Neuquén que lidera Guillermo Pereyra, cercano a Julio De Vido; del otro, el de Bahía Blanca, que tenía jurisdicción en la zona, pero mucho menos fuerza. Quiroga era dirigente de la Uocra de Mendoza, aliada al sindicato de Bahía Blanca. Hoy, todos conviven sin violencia, pero se siguen acusando unos a otros de...

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