Cambio radical. 'Dejé todo y me fui de la ciudad que me agredía constantemente'

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Era una sensación agobiante, de esas que se vuelven crónicas e incómodas y que requieren tomar cartas en el asunto. Pero el camino de Federico Filip (44) iba a ser largo hasta que lograra dar con la respuesta que estaba buscando. Criado en un barrio de los de "antes", donde las veredas eran parte de la vida cotidiana, iba al colegio a once cuadras de su casa. La peluquería le quedaba a cinco y todos sus amigos, absolutamente todos, vivían a "walking distance". En ese contexto pasó los años de su infancia.

Unos años después, en los inicios de la adolescencia, comenzó a asistir a un colegio que le quedaba " bastante lejos ". Era la Escuela Técnica N.º 1 Otto Krause. Ubicada en la Avenida Paseo Colón 650, en el barrio de Monserrat de la ciudad de Buenos Aires, "para ir a la mañana no había tanto lío porque me llevaba mi viejo que laburaba por ahí cerca. A la vuelta, con suerte, tenía una hora y cuarto de bondi hasta mi casa. Si tenía mucha suerte, viajaba sentado. Así pasaron seis años de mi vida". Después llegó la facultad: Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires que quedaba en Paseo Colón al principio y después sobre la Avenida Las Heras, en Recoleta. Una y otra vez se repetía el mismo periplo para ir y volver de su casa.

Así lucía el departamento que Federico Filip tenía en el barrio porteño de Nuñez.

¿Con la bici a todos lados?

"Esa logística de viajes siguió en mis años de estudio, en las salidas con amigos, cuando iba a visitar a alguna novia, o cada vez que quería ver jugar a San Lorenzo… Siempre lejos. Todo me quedaba lejos. Francamente no era una tortura. Pero cruzar cotidianamente la ciudad era una incomodidad permanente. De esas que, a la larga, agotan y dañan física y mentalmente. Después me mudé solo, ahora sí un poco más para el centro . Empecé a hacer mis primeros laburos como ingeniero, me puse a dar clases en la facultad y me compré una bici. Había pasado varios meses estudiando en Italia y allá tenía una bici con la que iba a todos lados. Y cuando digo todos lados es todos lados".

Pero la experiencia con la bicicleta en la ciudad de Buenos Aires no fue ni por asomo parecida a la que había tenido en Italia. Literalmente, la aventura en dos ruedas le duró dos semanas a Federico. Cada vez que andaba con ella por la ciudad era estar más pendiente de las amenazas de todo lo que lo rodeaba que del disfrute de la actividad. La abandonó, resignado, y quedó colgada tipo adorno en una pared. En esa época, vale aclarar, las...

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