El cambio obligado en la rutina presidencial

El momento bisagra fue el 7 de enero. Ese día, Cristina Kirchner volvía a su casa de El Calafate. Sola. Por primera vez. Tardó dos meses y medio en reencontrarse con sus recuerdos más dolorosos. Hasta que se animó. A sus íntimos, entonces, les contó que haber vuelto al http://www.lanacion.com.ar/1320579-cristina-es-el-dolor-mas-grande-que-he-tenido-en-mi-vida fue duro, pero era una asignatura que tenía que sobrepasar.Más allá de los cambios políticos que derivaron de la muerte del ex presidente, http://www.lanacion.com.ar/1417267-la-reinvencion-de-una-presidenta también se modificó. Los primeros días fueron durísimos para ella, que recordaba cada palabra de Kirchner o incluso las anécdotas de su marido con quien tuviera adelante en una conversación. Con el tiempo, y esa vuelta a la casona de Los Sauces, la jefa del Estado se fue recomponiendo de a poco. Al menos sus más allegados cuentan que ese momento fue clave para avanzar.En su vida personal, Cristina se refugió en su familia, sobre todo en sus hijos, Máximo y Florencia. Ellos dos pasaron los primeros meses en la quinta de Olivos. La menor, incluso, por pedido de la Presidenta, debió abandonar Nueva York, donde estudiaba cine, para acompañar a su madre. Y Máximo va y viene de Río Gallegos, donde vive, a Buenos Aires, pendiente todo el tiempo de la Presidenta.Ya no hay más cenas...

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