Cada cual conoce sus alas

Con las fobias, no hay manera: su motivo siempre tiene algo de nimio, risible, fatalmente absurdo. Salvo, claro está, para quien las padece.

Y cuando la fobia se desencadena en feriado, mediana calma y todo un día a disposición, las consecuencias pueden ser de temer.

Porque así fue. En estado de inocencia, aún enredada en la nebulosa del sueño, fui a la cocina, abrí el aparador y, como en un cuento de Monterroso, la cucaracha estaba ahí.

No me pregunté en ese momento -lo haría después- si algo así fue lo que gatilló en Clarice Lispector la increíble La pasión según G.H. (esa novela donde ocurre todo y no ocurre nada, salvo ese acto inadmisible, abismal, aludido más que contado: el momento en que una mujer apresa a una cucaracha entre las puertas de un armario, la toma y la devora). No me pregunté nada ni vi mucho más que esa presencia temida, inesperada y escurridiza, porque ya estaba vaciando estantes, buscando veneno, horrorizándome si la veía moverse, pero también si desaparecía de mi vista. ¿Dónde se escondía? ¿Se trataba de una visitante eventual o parte de una colonia establecida? La fobia, desatada, y su diligente trabajo.

Horas después, una amiga, al tanto de la batalla, llamó para brindar apoyo. "¿Y, cómo anda Samsa?", preguntó. Me tuve que reír. No se me había ocurrido pensar ni en Kafka, ni en La metamorfosis (su obra más célebre), ni en el pobrecito Gregorio Samsa que despertó "una mañana tras un sueño intranquilo" y -más que encontrarse con una cucaracha dentro del aparador- se descubrió a sí mismo convertido en un "monstruoso insecto".

Y pensar que durante años Samsa, hecho póster del Teatro San Martín, fue parte de las paredes de mi habitación. Aunque algo difuso, ahí está el recuerdo: el hombre-insecto capturado como en súbita transición; las líneas fugaces, estilizadas, con las que el autor de aquella lámina traducía el relato kafkiano y la obra de teatro que a fines de los 80 interpretara Lorenzo Quinteros. Aún tengo presente la maravilla de esa actuación: el cuerpo quebrado, escindido, que el actor ponía en el escenario; todo el dolor de la transformación de Gregorio Samsa hecho carne, movimiento y voz.

Justamente, hace no más de cuatro días el desdichado Samsa fue motivo de algunos fugaces intercambios en Twitter. Un artículo de el diario aseguraba que el "monstruoso insecto" que siempre se tendió a interpretar como...

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