La batalla de las ideas La disputa por la verdad. Los hechos y su interpretación. La producción de sentido común. La 'posverdad'

AutorGuillermo Justo Chaves
CargoProfesor Adjunto de Derecho Político, Cátedra I, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP
Páginas261-266
REDEA. DERECHOS EN ACCIÓN | Año 2 Nº 3 | Otoño 2017
pág. 261
OPINIÓN |
La batalla de las ideas
La disputa por la verdad. Los hechos y su interpretación.
La producción de sentido común. La “posverdad”
Por Guillermo Justo Chaves (1)
La democracia es la dinámica del desacuerdo, nos dice Jacques Ranciére. Por lo que
en estas democracias del siglo XXI -incluida la nuestra- el conicto político, la disputa
y el disenso se hallan siempre presentes. Desde una mirada propia de los indignados,
pero con fuerte impronta épica, me gustaría reexionar sobre el combate de las ideas,
la disputa por la verdad, la producción de “sentido común” y la ya célebre “posverdad”.
También sobre los actores: la opinión pública, los medios, las redes sociales y el Estado.
La batalla de las ideas políticas hoy asume carácter global. En realidad siempre fue así.
Pero en nuestra Argentina se encontraba muchas veces disfrazada o enmascarada con
los sellos de nuestros partidos políticos o nuestra idiosincrasia. También es cierto que
hasta la caída del muro de Berlín en 1989 y el derrumbe total del socialismo real, un par
de años después, existían dos visiones del mundo contrapuestas y las posturas se podían
tomar en forma clara a favor de una u otra visión o, más aún todavía, asumir la célebre
“tercera posición” del justicialismo.
Lo concreto es que a partir de los noventa, al no existir más opción o exterioridad al
capitalismo la discusión, el debate o el combate pasó a ser intracapitalista. Dos cosmo-
visiones político-económicas ya dominaban la disputa dentro del capitalismo desde la
crisis de 1929. Según ellas, determinadas políticas provocan determinadas consecuen-
cias. Parece una discusión teórica, pero actualizada con los elementos y datos del siglo
XXI sigue vigente. Y como escuché decir a algún profesor destacado alguna vez: “No hay
nada más práctico que una buena teoría”.
Entonces, ¿qué visión del mundo se impone? La visión heterodoxa que todos más o
menos conocemos considera que la demanda agregada como factor determinante de
la actividad económica posee un componente central que es el nivel del salario de los
trabajadores. Con más razón si estamos hablando de peronismo o proyectos populares.
Que prioriza las personas de carne y hueso sobre los fríos y abstractos números. Cree en
la misión del Estado y en las políticas activas concentradas en roles necesarios y estratégi-
cos. Tanto en el objetivo del desarrollo económico, como en el de garantizar condiciones
de bienestar para los ciudadanos. Esta postura se acompaña con la idea de que el gasto
debe usarse para dirigir los ciclos económicos y el décit se reduce estructuralmente con
crecimiento. El endeudamiento externo puede ser útil pero en términos de inversión, si
lo es para otros nes caemos en la dependencia y la pérdida de la autodeterminación.
Contra eso la ortodoxia neoliberal en su versión siglo XXI, plantea la visión ofertista
y que el Estado debe ser lo más pequeño posible. Cae en el simplismo de la comparación
con la economía familiar. Otro mito con el que se intenta engañar al ciudadano común
que se rige por el razonamiento de su economía doméstica. Para gastar primero hay que
tener. El polaco Kalecki y el británico Keynes, por su parte, sostenían: para que haya in-
gresos primero hay que gastar. La discusión continúa hoy en estos términos: relanzamos

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