Una apuesta en medio de la nada

Es a desgano, pero necesitan creer. Parte de los empresarios han hecho en los últimos días esfuerzos por acercarse al universo de Alberto Fernández, en la mayoría de los casos sin excesivo entusiasmo. Asimilado el nuevo fracaso colectivo de un país que, cada tanto, se ve forzado a resetear su economía porque no consigue volverla viable, cada uno a su modo va buscando alternativas. Son contorsiones ideológicas o políticas derivadas del primer acto reflejo del establishment, que es preservarse a sí mismo. Tal vez, razonan, falto de recursos y opciones, el candidato del Frente de Todos haga una presidencia amigable con la creación de riqueza. El sueño del peronista ortodoxo. Esta idea incluye una suposición todavía imposible de poner a prueba: como la única preocupación de Cristina Kirchner serán sus causas judiciales, se limitará a un rol simbólico y no entorpecerá la gestión. En otras palabras, que quien aportó la mayor parte de los votos para volver al poder se resigne a no ejercerlo.Es una apuesta en medio de la nada. Anteayer, durante la reunión con la Mesa de Enlace, Alberto Fernández les dejó a los líderes agropecuarios una tarjeta con su teléfono móvil. Un mensaje al sector que más se resiste al regreso de Cristina Kirchner: el interlocutor será él mismo. Los productores están forzados a olvidar el conflicto de 2008. Es cierto que en aquella crisis el entonces jefe de Gabinete se dedicó a buscar un acuerdo para el que ninguno de sus dos jefes estaba dispuesto. Fue uno de los motivos de su renuncia, que se dio en medio de esas discusiones y en circunstancias que nunca admitió en público: en las horas posteriores a la sesión del Congreso en que Cobos votó en contra de la resolución 125, Fernández hizo gestiones para que el matrimonio presidencial no tomara una decisión drástica que estuvo cerca a concretar: abandonar el poder. Llamó, por ejemplo, a Marco Aurelio García, el canciller brasileño, para pedirle que le propusiera a Lula convencer a Cristina Kirchner de no renunciar. García aceptó y, momentos después, volvió a comunicarse con él para contarle que el jefe del Estado brasileño lo había intentado tres veces, pero que no le contestaban el teléfono. Fernández exhortó también a Parrilli a exigirles lo mismo a Hebe de Bonafini y a Estela de Carlotto. No está claro si por esas gestiones la presidenta finalmente no se fue. Los testigos recuerdan que ese desenlace enemistó a Néstor Kirchner con el jefe de Gabinete, que empezó a llamarlo...

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