Mi apuesta contra Cristina

UN encuestador amigo de la verdad, pero más amigo del Gobierno, pronosticó hace poco en su sitio web que Cristina llegaba al 46% en las elecciones de octubre: primera vuelta sin que importen los votos de sus rivales. Le propuse por vía electrónica una apuesta fuerte -casi medio año de mi sueldo docente- a que no ganaría con la regla de 45%, y después de consultarlo con comentaristas de su blog decidió declinar. Sabio acto de prudencia, que quizá debería haber imitado este servidor cuando, al poco tiempo, otro caracterizado personaje del Twitter local, alias http://www.twitter.com/TommyBarbanBA , me ofreció una apuesta más módica (una botella a elección del ganador) aunque con menos chances a mi favor: con 42,5% o más de Cristina en octubre deberé pasar por su whiskería favorita. Tengo para mí que si llega a 40% y nadie se le acerca a menos de diez puntos -condición en la que tampoco hay ballottage- debería, cuando menos, compartir con él unas copas a mi cargo.¿Por qué aposté contra Cristina? Se me ocurre un par de hipótesis. La primera es mi deseo. Los optimistas solemos confundir lo que creemos con lo que queremos. El gobierno de los Kirchner no ha sido desastroso. Ha sido, apenas, pobre. En lo económico, el derrame de un crecimiento no local sino continental lo explica casi todo: la recuperación del empleo y de los salarios reales y los bolsillos públicos hinchados para aumentar gastos en rubros como educación, jubilaciones y transferencias monetarias vía Asignación por Hijo. Pero este gobierno ha hecho poco por la vivienda y la calidad educativa; nada por la salud y la seguridad, y daño con la inflación, con las mentiras sobre la inflación y con sus políticas sectoriales (de transporte, de energía, del agro). También en lo institucional hay bastante de lo malo para compensar con creces lo bueno, que al principio lo hubo. Y algo parecido en la cruzada cultural: matrimonio igualitario, progreso, asfixia propagandística en medios oficiales y paraoficiales, retroceso.Pueden imaginarse gobiernos peores que el de los Kirchner, y de esos hemos tenido varios. Pero en un contexto económico tan favorable no es mucho pedir una alternativa que navegue la prosperidad con algo más de la moderada sensatez que predomina en casi todo el continente.¿Aposté entonces sólo por un engaño de mi deseo? Lo que sigue es un intento de desmentirlo. Apartémonos por un momento de la volatilidad de lo que dicen las encuestas y fijemos la atención en los datos duros de las elecciones...

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