La antorcha del alma

BRASILIA.- Apareció en el final de un día eterno, extenuante y emocionante. Apareció cuando ya había corrido mi relevo de 200 metros en Brasilia en la jornada inaugural de un recorrido también largo y emocionante: 95 días y 329 ciudades hasta el clímax en la noche del 5 de agosto en el estadio Maracaná, cuando se inauguren los Juegos Olímpicos de Rio 2016.

Apareció casi sobre el cierre. Por eso, antes de que ella apareciera, esta columna hablaba de Lapa, un indio de la tribu yawalapiti, en el remoto estado de Mato Grosso del Norte. Todo el cuerpo pintado, los lóbulos de las orejas hipertrofiados y agujereados, la ropa justa para cubrirse y un cuerpo pintado que no lava por una semana. Lapa, joven y sonriente, fue el único que evitó el pantalón corto y remera blancos que nos impuso la organización. Se lo había ganado: para llegar a Brasilia viajó seis horas en barco, 45 minutos en una avioneta y un día entero en autobús.

Y antes de que apareciera Lapa, la columna se abría con un grito: "¡D'Alessandro, D'Alessandro!". Era del ministro de Deportes brasileño, Ricardo Leyser, que cuando supo que era argentino abrió la entrevista añorando al ídolo de Inter y River.

Los privilegiados portadores de la antorcha debíamos reunirnos en el tercer subsuelo del Estadio Mané Garrincha, aquel del gol de Higuaín para que la Argentina venciera a Bélgica en el Mundial 2014. Sentados en el banco de suplentes, nos entrenaron en el uso de la antorcha y nos prohibieron correr por el césped.

Se haría tarde, tardísimo, y mi relevo de las 18.03 se correría a las 20.30. Mi vecino de asiento en el ómnibus que nos lleva a la zona de la carrera me dio un chicle: "Si no nos dan de comer, al menos esto". Ni agua ni comida; durante horas debimos nutrirnos del espíritu olímpico.

Y entonces noté que no debía tomarme a broma ese espíritu. Una formación de motocicletas rodeaba nuestro ómnibus para abrirnos camino en la noche de embotellamientos de Brasilia. Miles y miles habían tomado las calles. Niños, adolescentes, parejas jóvenes. Todos felices de...

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