Un amor entre la pasión y las ideas

Lo que debe de haber sido ese flechazo. Era principios de 1944 y los aliados aún no habían desembarcado en Normandía. Ella tenía 21 años; desde los 14, estaba exiliada en París. Hija de un alto funcionario de la República española, el estallido de la guerra civil en su país la obligó a cruzar la frontera y comenzar una nueva vida que, desde el comienzo, significó también la adopción de otra lengua. La muchachita, nacida en La Coruña, quería ser actriz; serlo en tierra francesa suponía manejar con sutileza un idioma que se le negaba, un universo de acentos, giros y sonidos en el que no había lugar para las palabras que le nacían de adentro. Durante cuatro años, la empecinada refugiada trabajó, luchó, moldeó la lengua de su patria adoptiva hasta hacerla parte de su piel.Cuando ambos se conocieron, ella estaba forjando el camino que la llevaría, muy pronto, a ser una de las grandes actrices de la escena francesa. Él tenía 30 años, era periodista, dramaturgo, escritor, ya había publicado una novela consagratoria y, por aquel tiempo, formaba parte de la Resistencia. El día en que se encontraron por primera vez, él había asistido al ensayo de una obra propia, en la que ella interpretaba un papel. Los ojos desmesurados de María Casares, la intensidad de sus gestos, el rostro severo y hermoso, la profundidad de la voz: cuál de esos rasgos habrá sido el primero en impactar en Albert Camus, el hombre que venía de escribir El extranjero, el director del periódico clandestino Combat, el lector de textos para la editorial Gallimard. También, el pied-noir nacido en un barrio pobre de Argelia, prematuramente huérfano de padre, hijo de madre de origen español.Un día de marzo de 1944, en un rincón de la París ocupada, durante un ensayo de El malentendido, nacía un romance destinado a ser mítico. "Bellos, inteligentes e infelices", los describieron alguna vez. Salvo una breve interrupción al finalizar la Segunda Guerra -él estaba casado y su mujer regresaba de Argelia-, el vínculo entre María Casares y Albert Camus solo se interrumpió con...

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