Fuera...

AutorTomas Lukin - Dave Lindorff - Kenneth Arrow - Dean Baker - Joseph Stiglitz - Robert M. Solow

La crisis internacional se presenta en el discurso económico dominante como una esencialmente financiera. El derrumbe de las principales bolsas del mundo, las hipotecas subprime, los instrumentos derivados, el alto grado de apalancamiento de los bancos, los billonarios rescates estatales a los gigantes financieros, las nuevas regulaciones, el rol del FMI, la cotización del dólar, la baja en las tasas de interés y los bonus de los ejecutivos, se convirtieron en los elementos centrales del futuro de la economía global. Extraña para la mayoría, la información financiera permite formarse una idea sobre la magnitud de una crisis supuestamente lejana. La preeminencia en los medios de comunicación de esos indicadores relegó a un segundo plano las consecuencias sobre los niveles de empleo.

En definitiva, sobre el costo más dramático de esta crisis, que es padecida en forma más contundente por los trabajadores.

Aunque todavía lejos del escenario de 1933, cuando la desocupación en Estados Unidos superó el 25 por ciento, el año pasado la cantidad de personas sin trabajo en todo el mundo creció en 14 millones y según estima la Organización Internacional del Trabajo (OIT) podría incrementarse, por lo menos, en 38 millones más para fines de 2009. En Estados Unidos se pierden alrededor de 600 mil empleos por mes y en España la tasa de desempleo del primer trimestre ascendió hasta el 17,4 por ciento.

Los protagonistas globales de la “peor crisis desde la Gran Depresión”, Ben Bernanke (titular de la Reserva Federal), Timothy Geithner (secretario del Tesoro de Estados Unidos) y Dominique Strauss-Khan (director ejecutivo del FMI), vislumbran el final de la crisis desde noviembre del año pasado. Sus más recientes pronósticos estiman el regreso del crecimiento económico para comienzos del año próximo. Mientras tanto, las cotizaciones de las acciones empiezan a recuperar terreno de manera sostenida y para algunos analistas locales e internacionales “los mercados están anticipando el final de la crisis”. Pero los buenos augurios olvidan mencionar que el otro mercado, el de trabajo, tarda entre cuatro y cinco años más en recuperarse, nunca sin dejar profundas secuelas sobre los salarios, la distribución del ingreso y la calidad del empleo. Además, “el humor de los mercados” suele ser perverso. Los recientes anuncios de despidos masivos por parte de algunas grandes empresas como General Motors o Nike, tuvieron su reflejo en las bolsas: al conocerse los ajustes sus acciones repuntaron.

Panorama global

En marzo el desempleo experimentó un incremento interanual del 38,5 por ciento en los países desarrollados. En los países periféricos la OIT registró una suba del 6,7 por ciento (en febrero había sido el doble). Si bien el impacto en estas economías es menor, el organismo advierte que en algunas la pérdida del empleo como resultado de la crisis apenas ha comenzado. La crisis impacta con mayor intensidad sobre algunos sectores de la población: mujeres, inmigrantes y jóvenes. El sector financiero, el automotor y la construcción son los que más están sufriendo en los países centrales. Más allá de las dificultades metodológicas para comparar la información de los distintos países, algunos datos de Argentina sirven como marco de referencia. En el primer trimestre del año el desempleo se ubicó en el 8,4 por ciento y comenzó a evidenciar los primeros impactos de la crisis sobre el nivel de actividad. Entre 1994 y 2006 la tasa de desocupación superó el 10 por ciento y en 2001 llegó al 21 por ciento.

En la eurozona la desocupación alcanzó el 8,9 por ciento y las autoridades esperan que se siga subiendo. La Comisión Europea proyecta una tasa cercana al 10 por ciento para 2010. Los jóvenes son los más perjudicados: los indicadores para el sector sub-25 de la población duplican las cifras globales. Entre los estados miembros, la tasa más baja la registra Holanda y el podio está ocupado por España, Lituania y Letonia. Estos dos “tigres bálticos”, que más que duplicaron sus tasas de desempleo en un año, se encuentran en una situación con muchas semejanzas a la Argentina de 2001: tipo de cambio real apreciado, grandes déficit en cuenta corriente, alto grado de endeudamiento en moneda extranjera. En Letonia, que recibió un paquete de ayuda del FMI y aplicó sus tradicionales recetas de ajuste y reformas, hubo saqueos, protestas en las calles y el primer ministro terminó cayendo. En esa economía, el desempleo se ubica en el 16,1 por ciento.

Pero el líder del viejo continente es España donde la tasa de desocupación se disparó hasta el 17,4 por ciento de la población económicamente activa en los primeros tres meses del año. En Andalucía, supera el 24 por ciento. El empleo cae en todos los sectores productivos del país. Las ramas de servicios y construcción, pilares del crecimiento en los últimos años y las principales fuentes de trabajo para los jóvenes y los inmigrantes, son los más afectados. El porcentaje de parados entre los extranjeros asciende hasta el 28,4 por ciento. En el país ibérico existe un alto grado de precariedad. La tasa de temporalidad laboral duplica el promedio del resto de las economías europeas y ronda el 28 por ciento, facilitando así a las empresas españolas los despidos a bajo costo. En los últimos doce meses, el total de asalariados con contratos “indefinidos” creció levemente mientras que la...

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