Una confrontación silenciosa

AutorBernardo Kliksberg
CargoGran Maestro de la UBA. Presidente de la Red Latinoamericana de Universidades por el Emprendedurismo Social

Doscientas mil personas son actualmente los dueños, según un banco suizo, de casi la mitad del producto bruto mundial; el 50 por ciento, 3500 millones de personas, tienen sólo el uno por ciento. Mientras el uno por ciento más rico ganó en 2013 1746 millones de dólares promedio cada uno, los pobres recibieron menos de 1000. Tienen insuficiencias alimentarias, viven en tugurios lóbregos, carecen de agua potable, no tienen instalaciones sanitarias; los niños tienen que trabajar desde muy pequeños y la gran mayoría deserta de la escuela.

Las desigualdades resultan de determinadas políticas. Hay políticas que las aumentan y otras que las reducen. Los ciudadanos de América latina lo saben muy bien. Durante las dictaduras militares y los ’80 y ’90, en donde primaron los modelos económicos ortodoxos, vieron cómo aumentaban y hacían crecer la pobreza.

Se ha intentado legitimar el aumento de las desigualdades mediante paradigmas para los cuales son “inevitables para el progreso” o “sólo una etapa transitoria mientras se produzca el derrame”, y “atacarlas generaría el caos”.

No importa que la realidad haya desmentido dichos paradigmas, ha habido un “negacionismo sistemático” de las evidencias en contrario.

Los latinoamericanos vivieron sus efectos y por eso reclamaron en todo el continente, por diversas vías, economías que dieran respuestas colectivas y redujeran efectivamente la pobreza y las desigualdades. Se pusieron en marcha y, si bien falta mucho, las cifras cambiaron. La pobreza bajó de más del 40 por ciento al 28 para toda la región, mucho menos en algunos países. En ellos –como entre otros Argentina, Brasil, Uruguay– millones de personas salieron de la pobreza y se ampliaron las clases medias.

No “llovió inclusión”, sino que hubo reformas sociales profundas apoyadas por la mayoría de la ciudadanía, que significaron ingresar en otro paradigma diferente del pregonado por el uno por ciento más rico.

Por debajo de los grandes debates sobre políticas, hay hoy una confrontación silenciosa de paradigmas.

Así, entre otros aspectos, para el paradigma dominante en los ’90, que seguía puntillosamente el llamado consenso de Washington sobre cómo debía conducirse una economía, la pobreza era en definitiva parte de la historia. “Pobres hubo y habrá siempre”, decían algunos de sus líderes, a pesar de que no debería haberlos en una América latina que, además de un subsuelo inmensamente dotado de materias primas estratégicas, tenía la tercera parte de la...

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