Naturaleza y Evolución de la Ciencia Política .

AutorRamiro Caro Figueroa
CargoPolitólogo

Uno de los rasgos de la Ciencia Política es la variedad de la imagen que de ella se forman los profanos, equívoco que se potencia cuando, no sin sorpresa, observamos también que muchos de sus adeptos no llegan a interpretar su identidad con total claridad. Suelen colocarse así, bajo el paraguas protector de la Ciencia Política tanto las exposiciones de carácter puramente doctrinal y hasta las de inspiración confesional, como aquellos estudios guiados por las modernas técnicas de investigación que están hoy al alcance de los politólogos.

La dificultad para perfilar la disciplina y definir unívocamente su objeto se ha traducido en la misma controversia sobre su denominación. MEYNAUD hacía notar que estas dificultades para que la Ciencia Política adquiriera definitivamente un estatuto científico se asentaban en tres premisas: 1 la ausencia de una relación precisa entre sus diversos elementos, 2 la falta de una teoría adecuada para un gran número de sus temas, y 3 la inexistencia de un marco general de referencia. 1.

Esta ambigüedad -más aparente que real- lejos de ser un testimonio de vitalidad de nuestra disciplina era una manifestación de confusión e incapacidad, y evidenciaba un claro desajuste entre la obligación de un análisis político sistemático y objetivo que apunte a constituirse en ciencia, y el comportamiento errático de algunos pretendidos especialistas en Ciencia Política. Es por ello que resulta necesario definir con precisión el objeto y el método de la Ciencia Política.Hoy tras un largo debate estamos en condiciones de hacerlo, ypara que ello fuera posible ha sido necesario que se cumplieran sucesivas etapas que hoy nos permiten: 1 una denominación reivindicada en común, 2 un acuerdo sobre el campo de investigación de la disciplina, 3 la existencia de instituciones de enseñanza e investigación concebidas como propias de la especialidad, y 4 la utilización de medios propios y diferenciados para ladifusión y el diálogo científico entre los politólogos.

A pesar de sus profundas raíces históricas, la Ciencia Política, como disciplina académica autónoma, tiene un origen muy reciente, hasta el punto que puede decirse, con seguridad, que la política ha sido el último campo susceptible de un conocimiento humano sistemático que ha abandonado a la madre filosofía 2.

La evolución de la Ciencia Política ha sido continua y se produjo tanto a través de la definición y redefinición de su objeto de estudio, como a través de la elaboración de nuevas técnicas y en especial de nuevos métodos orientados a la búsqueda de su cientificidad. Así, en el transcurso del tiempo, cambiaron tanto el objeto (política) como el método ciencia) de la politología 3.

En su formulación sintética extrema, el conocimiento científico se compone de un objeto y un método. El sujeto cognoscente tiene tendencia a desaparecer para no generar disonancias en el proceso cognoscitivo no debe modificar al objeto ni confundirse con élquedando reducido a una manifestación puramente cuantitativa. Siempre que cada uno de los dos elementos objeto y método) cumpla uno de los requisitos en los que todos estamos de acuerdo de antemano, estaremos ante un conocimiento al que podamos llamar “científico”.

Con independencia de lo que pueda decirse acerca del método, las determinaciones sobre el objeto no suelen pasar de meras tautologías del tipo “sólo puede ser objeto de conocimiento aquel que es”. Ello se debe a que, en sí mismo, el objeto es inerte e indeterminativo. La posibilidad de que ciertos objetos o cuestiones no perceptibles en una vía sensorial inmediata puedan ser objeto de conocimiento científico plantea la duda de si, en cierto modo, la ciencia no está literalmente creando el mundo que estudia y explica. El objeto no determina nada en sí mismo, lo determinante –aunque pueda parecer un contrasentido a los ojos de la experiencia inmediata- es el método. De aquí que el postulado epistemológico crítico de que el objeto determina el método, en la medida en que era una respuesta a lo que se concebía como un universalismo metodológico inaceptable del positivismo era, a su vez, erróneo. Que el objeto determine el método de conocimiento no puede querer decir que determina un único método de conocimiento, porque ello no es cierto aún ni para las ciencias “duras”. Así por ejemplo una molécula puede ser estudiada desde el punto de vista de la química, la física, la genética o la biología; lo que significa que un objeto puede ser abordable desde diversas perspectivas y, en todas ellas aparece un cuadro de referencia. El enunciado presupone una relación genético explicativa entre el método y el objeto.

El estudio de cualquier objeto para mantenerse en el terreno del conocimiento científico implica que, cuando menos, se enmarque dentro de unas pautas de carácter general y validez seguramente universal. De éstas destacaremos:

1No es obligado exigir a los enunciados una única forma de congruencia interna, pero es opinión unánime que estos enunciados han de poseer algún tipo de congruencia interna superior a la meramente sintáctica, es decir, han de tener relaciones de sentido entre sí, ya que el conjunto de enunciados mutuamente inconexos, aunque versen sobre un mismo objeto, no puede considerarse como parte de una elaboración científica sino que, en el mejor de los casos, habrán de configurarse como fórmulas rituales destinadas a otros fines.

2No hay por qué coincidir en la existencia de un único criterio de verificación de hipótesis. No hay por qué admitir que lo que es válido para comprobar determinados enunciados haya de serlo para otros. Pero, al mismo tiempo, es evidente que se hace preciso fijar algún tipo de verificación por acuerdo general, ya que la ausencia de tales procedimientos de verificación convierte a las hipótesis y a los enunciados en un discurso hueco e ineficaz.

3No es forzoso que los enunciados sean al mismo tiempo descriptivos, explicativos y predictivos; ni siquiera es imprescindible, probablemente, que, cuando menos, reúnan dos de estas características, pero sí deberán tener una de ellas, salvo que pretendamos movernos en campos de la especulación humana, como el literario por ejemplo, que poco y nada tienen que ver con el conocimiento científico. Así, los enunciados advocativos o los que la lingüística moderna llama “performativos”, no tienen relación con el conocimiento científico.

4No hay por qué sostener que los enunciados hayan de transmitirse siempre según un mismo procedimiento o idénticas normas; pero está claro que los conocimientos que no se transmiten o, simplemente, no pueden transmitirse a causa de su misma naturaleza, como por ejemplo las experiencias místicas, no forman parte del conocimiento científico. La ciencia es una actividad pública a todas luces y la publicidad de su empeño es tanto requisito metodológico como garantía de eficacia y renovación de los conocimientos. 4.

A la hora de explicar el origen de la disciplina, es habitual encontrar referencias a autores de la Grecia Antigua que escribieron sus textos aproximadamente 20 siglos antes de que las investigaciones de Copérnico marcaran la emergencia de la ciencia moderna a mediados del siglo XVI.Si examinamos la historia de la reflexión política en los últimos 2.500 años descubrimos que, en su mayor parte, los asuntos que predominaban en el pensamiento de aquellos filósofos sociales que se ocuparon de los asuntos políticos reflejaban, de modo perfectamente natural, los problemas más importantes del momento. Desde los griegos en adelante todas las civilizaciones han dejado testimonio escrito de su vida política en las obras de ilustres pensadores. Cuando Platón 427-347 a.C. y Aristóteles 384-322 a.C. --por citar a los más destacados—desarrollaban sus ideas sobre el gobierno de la comunidad, ni tenían como objetivo la formulación de argumentos falseables o susceptibles de refutación a través de la comprobación empírica, ni se proponían ser neutrales u objetivos. Lo mismo cabría decir de otros muchos autores que escribieron sus obras entre los siglos XV y XIX, y a los que tradicionalmente se les considera los padres de la ciencia política como Maquiavelo [1469-1527], Thomas Hobbes [1588-1679], John Locke [1632-1704] o Alexis de Tocqueville [1805-1859] o Karl Marx [1808-1883], por poner sólo algunos ejemplos.

Durante un largo tiempo, desde la antigüedad clásica hasta casi finales del siglo XIX, el estudio de la vida política no constituyó una disciplina científica en sentido estricto, sino más bien un cúmulo de influencias heredadas. Entre los autores que a través del tiempo han abordado el estudio de la política con un método particular, personal y apropiado, desde diversas perspectivas, merece citarse a:

•SOCRATES (470-399 aC.) con su mayéutica (alumbramiento de las ideas);

•Los sofistas (siglos V y IV aC.) como PROTÁGORAS, CALICLES, TRASÍMACO, GORGIAS, PRÓDICO, HIPIAS, etc, y su retórica auspiciada en el sofisma (razonamiento conscientemente falso, manejado para llegar a una conclusión previamente fijada);

•PLATÓN (428-347 aC.) y su intuición del paradigma eidético (arquetipo, o verdadera realidad, el ser a que aspiran las cosas, aplicable al estudio de la política);

•ARISTÓTELES (383-322 aC.) y su lógica, la más genuina aportación metodológica. Don inmortal dado al hombre, en su incesante búsqueda de conocimiento, procedente de dato cierto;

•La patrística universal, siglos IV, V y VI, con SAN AMBROSIO de MILAN, SAN AGUSTÍN y SAN GREGORIO y la revelación (teología política);

•La lógica del racionalismo, renovador de la escolástica de los siglos XIII al XVII, con ALBERTO magno, SANTO TOMÁS, Guillermo de OCKAM, el padre Francisco SUAREZ. Entiéndase por escolástica, en su segunda acepción, la más universal y conocida, derivada de la escuela tomista y su ortodoxia católica, en el intento de coordinar la revelación con la razón;

•René DESCARTES (1596-1650) y su duda sistemática, ya enunciada en SAN AGUTÏN, para hallar, por medio de la intuición...

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