Mantener su influencia sin dividir a una nueva nación, la enorme encrucijada de Putin

KIEV.- no sólo le acaba de amargar la vida a Viktor Yanukovich: también le arruinó la semana a Vladimir Putin. Cuando http://www.lanacion.com.ar/1666716-tras-la-huida-de-yanukovich-ucrania-tiene-un-presidente-europeistaesperaba disfrutar de una merecida gloria por sus impecables http://canchallena.lanacion.com.ar/1665783-luego-de-la-amenaza-los-atletas-ucranianos-permaneceran-en-sochi, su principal objetivo político -mantener el control sobre los destinos de esa joven república de Europa central- se le escapó de las manos.Ahora debe sentirse todavía peor. La destitución popular de su aliado y la instalación en Kiev de un nuevo poder que afirma su aspiración de integrarse a la Unión Europea (UE), no sólo lo desautorizan ante todos los autócratas protegidos por Moscú, sino que lo humillan ante los ojos del mundo.Sochi y Ucrania eran dos piezas fundamentales en la estrategia del presidente ruso. El éxito de los Juegos era una forma de consolidar su poder, de construirse una imagen exitosa y moderna tanto para su país como para el resto del mundo. La permanencia de Ucrania en el área de influencia rusa era una forma de demostrar el retorno de una Rusia poderosa e invencible bajo su conducción.Pero, ¿si no pudo controlar a Ucrania, cuna de la civilización rusa, el corazón mismo del alma eslava, qué pensarán ahora de él los Al-Assad, Lukashenko (Belarús), Kadyrov (Chechenia), Abdulatipov (Daguestán) y otros autócratas cada vez que quiera imponerles su voluntad?Por eso Putin está ante una auténtica encrucijada. Por un lado, necesita mostrar sus músculos. Por el otro, sabe que debería hacer todo lo posible para evitar la partición de Ucrania y buscar una solución negociada.Ese dilema explica por qué se abstuvo de reaccionar en forma inmediata a la caída del régimen ucraniano, el sábado pasado. Excelente estratega, decidió guardar las apariencias hasta el domingo pasado, cuando presidió el cierre de los juegos en Sochi con expresión de hielo. Esa noche sostuvo que habló por teléfono con Barack Obama y Angela Merkel.El lunes se lanzó de lleno en la batalla de la gesticulación. Hizo regresar a Moscú a su embajador en Kiev y ordenó a su primer ministro, Dimitri Medvedev, que denunciara el vacío de poder en Kiev."Es una aberración considerar como legítimo lo que es, en realidad, el resultado de una sublevación", dijo entre otras cosas.Fiel a la consigna, el premier...

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