William Smith: 'La lógica K de hiperconcentración de poder supera al kirchnerismo, y es recurrente en el país'

William Smith no tiene que ir mucho más allá del diario para buscar un ejemplo de lo que llama la "lógica K": "Los cambios de gabinete ejemplifican una lógica de poder que explica los éxitos y los fracasos. En los momentos buenos, la lógica K redobla la apuesta, pero lo mismo hace en los momentos malos", dice. "Estamos llegando al fin de un gobierno, pero no se sabe si es el fin de un ciclo", apunta. En rigor, completa, esta ausencia de "mecanismos de autocorrección de rumbo" trasciende los gobiernos kirchneristas, y también a la matriz peronista de la que surge y de donde, pronostica, provendrá casi con seguridad el próximo gobierno. Es más bien una marca de la cultura política argentina: la concentración de poder en el Ejecutivo, el hiperpresidencialismo, los horizontes temporales acortados para proponer políticas y candidatos, que explican hasta las crisis económicas.Politólogo, profesor del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami, editor de la prestigiosa revista Latin American Politics y Society y estudioso de la política argentina y latinoamericana desde los años 70, Smith pasó una semana en el país, invitado por la embajada de los Estados Unidos, que le organizó un verdadero tour de conferencias en distintas instituciones, entre ellas, la Universidad Torcuato Di Tella, donde analizó los 30 años de democracia argentina.En perfecto español –aprendido en familia y practicado en la ciudad en la que vive desde hace 25 años–, Smith despeja mitos. "El votante argentino es hiperracional, sabe y quiere elegir. Pero votar no siempre es elegir, porque las políticas que implementa el gobierno después con frecuencia no tienen mucho que ver con las opciones electorales que se mostraron a los ciudadanos", dice."Hay una especie de complicidad, entre políticos y ciudadanos, que deja al votante sin opciones claras", dice en diálogo con LA NACION, en el que criticó el discurso de la gestión como argumento electoral –"No prepara el terreno para gobernar"– y alerta sobre la necesidad de tener una política exterior que esté pensando en escenarios si, por ejemplo, Brasil mejora sus relaciones con los Estados Unidos.–El término "democracia" puede ser polisémico. A juzgar por las transformaciones que usted ha venido viendo en los sistemas políticos latinoamericanos en los últimos 35 años, ¿qué definición de democracia prevalece en la región?–El concepto de democracia ha tenido varios significados. En los años 60 y 70, con las dictaduras y los movimientos sociales por la redemocratización, para la izquierda la democracia era casi algo despectivo: la democracia formal, burguesa. Pero después de las experiencias desastrosas de las dictaduras, la más violenta en la Argentina, hubo una convergencia más allá de diferencias ideológicas hacia una conceptualización de la democracia como un sistema de arreglos institucionales, que muchos dicen es una definición...

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