Voto cantado

Mediodía en un bar cualquiera del microcentro. En una mesa del fondo, un señor almorzaba y leía el diario, muy tranquilo. En la mesa de al lado, casi pegada, se sentó un cincuentón rubio, alto y de conversación fácil. Mucho más hablador que escuchador. El rubio, que apenas probó una ensalada, parecía no tener apuro alguno. Todo lo contrario de los tres -¿compañeros de trabajo?- que alternativamente fueron sentándose con él: tras el último bocado, huían. Daba la impresión de que se iban turnando para prestarle el oído. El hablador -de vozarrón invasivo, además- relataba sus proezas profesionales, sentimentales y deportivas. A decir por su relato, todo lo hacía bien, nunca se equivocaba, ante cada hecho o situación tenía la respuesta oportuna. Estuvo más de...

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