Votar en un país cada vez más pobre

Nota de opinión de Sergio Suppo

Atribulados por urgencias tan perentorias como tener qué comer y evitar ser contagiado, la mayoría de los argentinos no pueden imaginar con qué país se encontrarán después del tiempo electoral en el que acaban de entrar .

No es irrelevante que quienes deben decidir el futuro del orden político de su sociedad no puedan ver mucho más allá de su propio drama medido en horas y como parte de un contexto igualmente pesimista.

La historia del ciclo democrático abierto en 1983 encuentra un par de antecedentes que ya son lejano s, en los que los argentinos fueron a votar aturdidos por picos muy altos de las recurrentes angustias económicas.

Es imposible no mirar estos días como consecuencia de tantos años: la combinación de estas pesadumbres es un punto más de un largo ciclo

El 14 de mayo de 1989, un electorado sacudido por una reciente hiperinflación hija de añejos desastres económicos heredados por Raúl Alfonsín decidió cambiar y convirtió en presidente a Carlos Menem .

La elección que llevó al poder a Néstor Kirchner , el 27 de abril de 2003, ocurrió cuando el país empezaba a recuperarse de la catástrofe de finales de 2001 y puede ser tomada como otro antecedente de votantes tan insatisfechos como preocupados por su futuro y el de su país. Fue la primera elección luego del hartazgo hacia la clase dirigente resumido en el "que se vayan todos".

Todo es pasado que se acumula bajo una cruel decadencia. Es imposible no mirar estos días como consecuencia de tantos años: la combinación de estas pesadumbres es un punto más de un largo ciclo.

La recesión de la economía retroalimentada por el encierro largo del año pasado y luego intermitente de estos meses instala el deseo de que la pesadilla se termine de una buena vez. Sin embargo, la complejidad de la pandemia y los errores para remediarla convierten un sentimiento natural en un pensamiento mágico.

Por triste que resulte, el coronavirus en sus distintas versiones no se irá definitivamente ni cuando, por fin, el Gobierno consiga todas las vacunas necesarias.

Todos somos más pobres en un país con una inflación por encima del 50 por ciento y una moneda fulminada por la emisión sin respaldo

Consumidores entrenados por una cultura recurrente de alta inflación no dejan, sin embargo, de sorprenderse por el alza continua de los precios al extremo de perder noción del valor de cada cosa. La única conciencia que sobrevive es la comprobación de que los ingresos familiares no...

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