Volver de los extremos... o los que dan marcha atrás

Juliana siempre soñó con vivir en contacto con la naturaleza. Su pequeña casa en la pradera comenzó a tomar forma cuando adquirió una chacra en Los Cardales, a la mayor distancia de la ciudad que los compromisos laborales de su marido le permitían. Pero el sueño duró poco más de un año, suficiente para descubrir que no era la vida que quería. "Al principio todo era lindo: los chicos jugaban en el patio y yo me encargaba de la casa y de la huerta. Pero la sensación de bienvenida soledad se transformó en un temido aislamiento cuando asaltaron la chacra del vecino y nos enteramos recién varios días después", cuenta Juliana Gálvez, de 37 años, que a partir de ese disparador empezó a replantearse si era ése su lugar en el mundo. Por eso, desde hace meses, Juliana vive en Belgrano: su departamento mira a la ruidosa avenida Cabildo. Ella se cuenta dentro de quienes, tras haber llevado a cabo un cambio de vida, tuvieron la honestidad de aceptar que había que dar marcha atrás.

Así como Juliana un día dejó atrás la vida más agreste y en contacto con la naturaleza con la que había soñado por años, otros descubrieron un buen día que ser vegano (o vegetariano) es una buena decisión de vida, ¡pero en la vida de los otros!, pues la propia experiencia es la que se ha encargado de mostrar que no encaja en la propia personalidad. Algo similar puede ocurrir entre quienes ya de grandes abrazaron una religión diferente a la de su crianza o una forma de vida que se convirtió en una parte fundamental de su identidad, su carta de presentación -ese "hola, me llamó Juan y soy freegano (o musulmán o vivo en comunidad o etcétera)"-, pero descubren que no se sienten cómodos en ese papel. Así, de un día para otro, amigos, parientes y conocidos se sorprenden al ver que quien solía criticar a todo aquel que cometía "el crimen de comer carne" ya no dice "paso" cuando se acerca a la mesa la bandeja con las achuras, y en vez de echar mano a la ensaladera sirve en su plato la molleja más dorada y crujiente mientras aclara que ya no es más vegetariano. Algunos viven el viaje de vuelta a la vieja identidad con sentimiento de liberación; otros, de culpa. En los mejores casos se saca de la experiencia cierto aprendizaje.

Una nueva piel

"Un día me di cuenta de que yo había cambiado y que las elecciones de los 20 no tenían el mismo sentido a los 30, porque yo no era la misma, ni mi trabajo, ni mi entorno, ni las cosas en las que creía", dice Daniela Dini, periodista de 33 años, que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR