Vivió en la calle, desde los 12 años consumía drogas con su mamá y ahora ayuda a niños con infancias como la de ella

Nayla tiene 21 años y vive en Florencio Varela

Nayla Herrera llegó al hogar con una remera de Barbie y unas zapatillas blancas que "daban lástima". En la espalda, una mochila. Entre las manos, el peluche que le había regalado una amiga. Nada más. Se miró el vientre: era tan menuda que los cinco meses de embarazo casi no se notaban. La habitación le pareció enorme: "Era un cuarto solo para mí. La ventana daba a un árbol y sentí que había llegado al paraíso. Me senté en una esquinita a llorar y pensé: ‘No lo puedo creer. Ya estoy acá. Voy a comer y a volver a la escuela’". Tenía 13 años.

Había pasado por violencias de todo tipo: física, psicológica, sexual, y la lista sigue. A los 12, su mamá, que era alcohólica y tenía problemas psiquiátricos, le dio de probar marihuana y alcohol por primera vez. Después, empezó a incitarla a fumar y tomar de forma constante. Así, Nayla se volvió adicta.

"Todo lo que un niño es, es todo lo que fueron con ese niño. Hasta que te das cuenta y lo podés cambiar. Yo estaba en la calle, vagando por ahí, cuando entendí que había otras personas que no vivían de esa manera, y que si era lo que me había tocado a mí, no lo quería" , dice Nayla, que hoy tiene 21 años. "Supe que mi mamá no me podía dar algo que ella no tuvo, que fue amor, y que entonces tendría que buscarlo en otro lado".

Está sentada en un café en el centro de Florencia Varela. Llegó agitada y pidió disculpas por los minutos de retraso. Trabaja a pocas cuadras de allí, en la Municipalidad y a veces desde la casa que alquila, respondiendo llamadas en el call center de atención al vecino. Esa tarde, dejó a su hija de 8 años con la niñera y pidió permiso para desconectarse un rato del trabajo y poder hacer esta nota. Su jefa y el resto del equipo siempre la apoyan. Nayla quiere contar su historia porque sabe que es una forma de darle voz a muchas otras niñas, niños y adolescentes que no llegan a los medios.

Días atrás, LA NACION publicó una investigación que echa luz sobre un drama que en la Argentina crece a la par del narcotráfico: el aumento de chicas y chicos que empiezan a consumir a edades cada vez más tempranas y, en muchos casos, son captados por redes vinculadas al mundo narco . Cuando se escarba en sus trayectos de vida, la vulneración de sus derechos salta a la luz como figuritas repetidas. En ese contexto, el rol de organizaciones sociales que buscan contenerlos, es clave. Y muchos de los que logran revertir sus historias eligen luego acompañar a quienes pasan por lo que ellos pasaron: como Nayla, que hoy sueña con dirigir un hogar. O Lucas, un chico de 21 años que empezó a consumir drogas a los 11, vivió en situación de calle y actualmente es para muchos niños un referente.

"Todo lo que un niño es, es todo lo que fueron con ese niño. Hasta que te das cuenta y lo podés cambiar. Yo estaba en la calle, vagando por ahí, cuando entendí que había otras personas que no vivían de esa manera, y que si era lo que me había tocado a mí, no lo quería", dice Nayla

"Me dejaban en lo de parientes que ni conocía"

Cuando era chiquita Nayla pensaba que "violencia era sólo que te pegaran". De sus muchas otras manifestaciones, como la sexual, "no se hablaba". Quedó embarazada a una edad donde no hay consentimiento posible, pero en ese entonces no podía comprenderlo. "Si se...

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