Vívida línea fronteriza

En su primera novela, Luciana De Mello (Buenos Aires, 1979) asume considerables riesgos. La historia de maduración que narra la joven protagonista es densa. En ella coinciden una niñez marcada por la pobreza, relaciones familiares duras, en las que se esconde una historia de abuso infantil e incesto; un linaje en el que pesa la sombra de las dictaduras militares latinoamericanas, el desarraigo del exilio y los cruces de una identidad dividida entre fronteras. Una suma de temas sensibles que, de ser tratados con excesiva corrección política, podrían reducirse al lugar común de la mera denuncia. En cambio, la escritura impúdica y sensible de De Mello evita a conciencia el reduccionismo y crea una historia vívida y potente.

En el presente del relato la protagonista viaja a Rivera, ciudad limítrofe entre Uruguay y Brasil, para reencontrarse con su tío prófugo, Emilio Faura. El pasado de la narradora descubrirá las marcas que conducen hasta ese viaje. Su madre, nativa de Rivera, será quién relate y justifique la historia del padre brasileño, un suboficial de la marina uruguaya que, leal primero al presidente Bordaberry, formó luego parte de los servicios de inteligencia de la dictadura iniciada en 1973. No habría participado de la tortura, según el ambiguo relato materno, por azar o por falta de temple. La supervivencia, más que cualquier dimensión ideológica, es la razón de esos movimientos y traiciones que llevan a la familia al exilio en Buenos Aires. Allí comienza el derrotero de la necesidad, entre pensiones y casas ocupadas, trabajos precarios, vidas dobles y la...

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