Vive en una casa de adobe prestada que no tiene luz, ni agua, ni baño ni cocina y su sueño es ser profesor de Matemáticas

Humberto Díaz vive en Chañar Punto, en Catamarca y en su casa no tiene un lugar en el que poder hacer la tarea tranquilo

Tiene inscripta en su piel la fuerza del sol. Es de pocas palabras porque en su tierra el que habla es el viento. Mira profundamente. Disfruta cada paso que da. Humberto Fernando Díaz se crió en los cerros catamarqueños, en la zona de Los Saltos. Allí, en esos esqueletos rocosos, los días consistían en ir caminando a la escuela, cuidar a las cabras y jugar con sus hermanos. La vida era tranquila, el aire puro. Pero no tenía amigos.

"Era lindo vivir allá. Lo que más me gustaba era andar a caballo. Tenemos burros, caballos, vacas y cabras. La casa es de piedra. Luz tenemos por panel solar y el agua viene del cerro", dice este adolescente de 13 años que, hace dos años, se tuvo que mudar con su familia a Chañar Punco, una zona más urbanizada en la localidad de Santa María, para poder seguir la secundaria. En los cerros, la secundaria y la primaria que existían cerraron por falta de alumnos.

"Yo quería seguir estudiando", dice Humberto convencido y en esa frase encierra la ilusión de todo un linaje que no tuvo ese derecho. Cientos de antepasados vivieron como él en las zonas rurales, aislados de todo, soportando las inclemencias del tiempo, deambulando detrás de la hacienda, buscando agua en baldes. Solo los que tenían suerte iban a la escuela.

Alejandra Díaz, su mamá, nació en Aguas Calientes, otro paraje ubicado en la localidad de Belén. Eran 10 hermanos. Solo había primaria y ella hizo hasta 6to grado. No sabe leer ni escribir, apenas firmar.

Ser el primero de su familia

Humberto tiene cinco hermanos. Sus cuatro hermanos mayores dejaron la secundaria por diferentes motivos y ahora solo consiguen trabajos precarios. Juana tiene 20 años y un hijo de 6 que se llama Santiago. "Era complicado vivir en el cerro porque la escuela me quedaba lejitos, como a una hora caminando todos los días. Con frío, con calor. Y después había que volver a la casa y salir a cuidar a los animales. Volvíamos a las 6 de la tarde para encerrarlos", recuerda Juana. A los 15 años quedó embarazada y dejó la escuela porque no tenía con quien dejar a su hijo. "Hice hasta 2do año de la secundaria. Había secundaria allá pero como había menos chicos que se empezaron a venir para acá, se cerró la secundaria. Me hubiera gustado seguir la escuela pero ya no pude. Estoy a tiempo pero las cosas son caras y ahora no se consigue trabajo si no tenés el estudio"...

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