Los vientos de marzo alteran los nervios

"Casi la mitad de lo que gano me lo saca el Estado con impuestos. Del porcentaje que me queda un 25% me lo lleva la inflación. Me trato de defender de ese agujero que me hacen en el bote familiar comprando algunos dólares, pero ahora los bancos no me dejan hacerlo y tengo miedo de transar en las cuevas. Encima, a varios vecinos les entraron ladrones con barretas y pistolas este verano y les robaron los billetes que tenían escondidos en casa. ¡No hay escape, hermano, no hay escape!" Estamos tomando un café en Palermo Viejo, mi amigo votó a Cristina Kirchner y siente por primera vez en ocho años que el agua de la olla se está calentando. Algunos síntomas de esa molestia creciente e inespecífica: de pronto a mi amigo no le resulta indiferente el escándalo de Boudou, tiene evidencias personales de que la inseguridad crece de manera alarmante, está muy enojado con el aumento que traen las facturas y la tragedia ferroviaria de Once le parece una prueba de cómo los subsidios, que él ayuda a solventar, se han invertido con pésimo criterio y lamentables resultados.El registro de acontecimientos que antes pasaban inadvertidos parece una muestra de que el humor de la clase media está virando y también de que han llegado los anunciados "idus de marzo". Las encuestas empiezan a confirmar ese fenómeno. Siempre hubo quejosos y disidentes dispuestos a criticar al Gobierno, pero ahora suenan más fuerte y parecen más. "¿Y entonces sabés lo que hago? -me pregunta de manera retórica mi amigo-. Gasto. Gasto con la ilusión de que estoy invirtiendo. Compro cosas que no necesito y vivo el presente. Y cuando lo hago me dicen que soy un comprador compulsivo y parte del ?deme dos'. ¿Te das cuenta? No hay paz, hermano, ni refugio."¿Por qué damos vueltas homéricas para llegar siempre al mismo lugar? En este país hay muchas personas indignadas: piensan seriamente que el problema son los kirchneristas. Ojalá lo fueran. Sería todo mucho más fácil. El problema de la Argentina somos los argentinos. Que para curarnos de la borrachera noventista de la deuda externa nos volvimos adictos a los subsidios del Estado. Nos encanta pregonar que nos hemos curado de aquel alcoholismo, y eso es cierto. El problema es que ahora somos cocainómanos. Y que en el futuro seremos orgullosos abstemios y drogadictos recuperados, para ser soterradamente ludópatas. Y así hasta el infinito. Del neoliberalismo feroz y mal aplicado a un estatismo populista y arbitrario donde se ha naturalizado la inflación. Nos...

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