La vida, esa larga lista de finales

Cuando era muy joven conocí a un pibe algo más grande que yo que corría todo el tiempo; un ser brillante y acelerado en tiempo y espacio, de permanentes ojos en alerta. Hablaba rapidísimo, sumaba amigos y actividades todo el tiempo, no paraba de leer y dormía muy poco. De chico lo habían operado del corazón y de ahí, posiblemente, el mandato de no perderse nada, como si estuviera consumido por la imperiosa ambición de completar todos los casilleros antes de que se apagara la luz. Él era muy joven, repito, y entonces no sabía que su vida, como todas las vidas, iba a estar marcada por una larga cadena de finales; ignoraba que es imposible acumularlo todo, como ignoraba que cada historia tiene puertos de partida y puntos de llegada porque cada vez que decimos adiós también estamos saludando algo nuevo que llega y que, incluso, puede ser mejor que lo que se fue. A veces siento que soy como él, que olvido que no es posible tenerlo todo, todo el tiempo. Pensaba en esto justamente cuando se cumplen dos años de este encuentro semanal y tantas veces reflexivo con los lectores en la sección Manuscrito y mientras me despedía, por decisión propia, del equipo con el que trabajé durante dos temporadas en un hermoso programa de radio que me hizo volver a creer en el periodismo y también en mí.

"El negocio de la vida es adquirir recuerdos. Finalmente, se trata de eso", filosofa en algún momento Carson, mayordomo y dios cotidiano de la serie Downton Abbey. La vida como un singular álbum de fotos, pienso. En una conmovedora sucesión de imágenes, intenté recordar todas las veces que me fui y todas las que volví; todas esas veces en las que dejé algo o a alguien y todas aquellas en las que me dejaron. Recordaba inicios y finales que me marcaron y se me ocurría que esas listas de holas y adioses podrían también ser una buena manera de analizar una vida. Somos lo que hacemos, pero también lo que dejamos de hacer; somos lo que elegimos afrontar y también aquello que por diferentes razones preferimos eludir, aunque luego terminemos arrepentidos.

Pero así como existen comienzos y finales en los que tomamos decisiones, están también los ciclos que nos afectan pero van más allá de nosotros. En pocas semanas mi hijo menor estará terminando el secundario y todavía me cuesta creer que voy a dejar de ser una mamá vinculada a la escuela. Hice la adaptación al jardín con los tres y los vi egresar, todavía chiquitos; más tarde los llevé de la mano a primer grado y los vi...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR