Fue víctima de una violación grupal y tras un fallo histórico, cuenta el calvario que vivió: 'Pude reconocer sólo a diez'

Victoria Mateluna, en el jardín del Juzgado de Garantías Nº 6 de Florencio Varela

Victoria Mateluna estaba trabajando como moza en un bar de Retiro cuando le llegó el mensaje. "Wow. Gané", pensó con el celular en la mano, sin que los clientes le dieran tiempo para terminar de asimilar la noticia. Martín Grizzuti, secretario del Juzgado de Garantías Nº 6 de Florencio Varela, le anunciaba que diez de los varones que la violaron en grupo en marzo de 2019, habían sido condenados a penas de entre 15 y 16 años de cárcel. "Sufrí cosas que nadie se merece, pero creo que mi victoria fue mostrar la verdad y acceder a la Justicia. A pesar de tanto dolor, eso me dio cierto alivio", dice la joven sentada en el jardín del juzgado a cargo de Diego Agüero.

Victoria elige contar su historia. Quiere hablar, que su cara se conozca. Cree que es una forma de protegerse (recibió varias amenazas de muerte) y también de llegar a otras chicas que hayan pasado por violencias similares. Hechos recientes, como el de la violación en Palermo, no la sorprenden: "Cada vez se ven más casos. Pero lo increíble es que, cuando aparece uno, se sigue hablando de cómo se vestía la mujer, de la hora en la que andaba ahí, de por qué se pintaba tanto, en vez de decir ‘qué hijo de puta el violador’. Es el mundo del revés ", asegura durante la entrevista con LA NACION, donde reflexiona acerca de los desafíos que pesan sobre una sociedad que todavía "culpa a las víctimas" y una Justicia que, muchas veces, les suelta la mano.

Victoria, en el "pasillo de las mujeres", dentro del juzgado a cargo de Diego Agüero, en Florencio Varela

Pero su caso es considerado emblemático, por la perspectiva de género que tuvieron la jueza y los jueces a la hora de la sentencia y por las penas a sus agresores. Sin embargo, decir que llegar hasta ahí fue para ella "un camino plagado de obstáculos" sería caer en un lugar común y quedarse cortos. Aguantó de todo. Amenazas de muerte. El hostigamiento constante de sus abusadores (que le continuaron mandando solicitudes de amistad por Facebook desde la cárcel) y familiares. El pánico de cruzarse en la calle a los violadores que la Justicia no pudo identificar y hoy siguen libres. Los señalamientos que recibió desde que decidió hacer la denuncia y que le atraviesan el alma cuando los recuerda: que era una "loca", una "mentirosa", una "puta".

" Aunque me sienta señalada, juzgada, mal mirada o lo que sea, sé que dije la verdad y eso me hace libre. Eso me levanta...

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