El viaje más exigente de Francisco

Cuando frente a preocupantes proyecciones económicas, en el contexto latinoamericano -y no sólo en él- se advierte una marcada falta de confianza de la sociedad con respecto a los dirigentes políticos, empresariales y sindicales, el papa Francisco acaba de deslumbrar por su enorme credibilidad en el último viaje apostólico. El liderazgo moral fue reconocido tanto por los dirigentes cubanos como por los norteamericanos, y los repetidos aplausos en la ONU dieron a su figura una dimensión planetaria que hubiera sido difícil pronosticar antes. Pero donde más se advierte su magnética personalidad es frente a la gente de toda condición, por encima de las identidades políticas, étnicas y religiosas.

Jorge Bergoglio es un hombre de clara vocación pastoral y de fina intuición política. ¿Por qué dijo lo que dijo en los Estados Unidos y calló lo que calló en Cuba? No ciertamente por temor o por conveniencias personales, algo que nunca condicionó su vida. En nuestro país, donde lamentablemente fue poco comprendido y valorado años atrás, conocimos sus tajantes palabras; sus posiciones decididas frente a la indiferencia de los gobiernos por la pobreza y la marginación o el flagelo de la droga; su condena del autoritarismo, la prepotencia y la corrupción. Una de sus cualidades es haber construido su influencia personal y la imagen pública a partir de sus propios recursos y esfuerzos estratégicos. En ese sentido, no le debe nada a nadie, y eso le permite relacionarse con las multitudes que lo aclaman y dialogar con absoluta libertad con los representantes de las naciones y de organismos internacionales.

Su paso por Cuba sirvió para abrirle a la Iglesia en la isla mayores horizontes y para confirmar las tratativas entre Raúl Castro y Barack Obama. También fue la ocasión de un importante indulto a detenidos, si bien no hubo encuentros ni reconocimientos públicos para con los disidentes. ¿Podía haber declaraciones y gestos hacia ellos en esa sociedad gobernada con puño de hierro sin poner en riesgo esos acuerdos? El cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, paciente negociador de las tratativas de la Iglesia con el gobierno cubano, señalaba recientemente que no es tarea de la Iglesia cambiar gobiernos, sino llevar el mensaje del Evangelio a la conciencia de las personas, incluidos los dirigentes. En los Estados Unidos, donde reina la libertad de expresión, Bergoglio pudo permitirse objetar la discriminación y el racismo, la preponderancia del lucro y el...

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