Otra vez de punto: River cedió la cima y la paz

Lo que unos minutos antes era una fiesta de repente se transformó en tierra minada. River se imponía por 2-1 y seguía en la punta... Hasta que a los 45 minutos del segundo tiempo una pelota perdida entre Carlos Sánchez y Alejandro Domínguez encontró mal parado el equipo. Puerta abierta para la hazaña de Guillermo Brown, de Puerto Madryn. Como en todo el partido, la espalda de Juan Manuel Díaz fue una invitación a lo inesperado y Hernán Zanni decretó con un tiro cruzado el 2-2 definitivo. El final puso la mirada fuera de foco y devolvió al Monumental a una primera plana de grotescos. Confusión, desconsuelo, nervios, insultos, provocaciones, reacciones desmedidas...Sumatorias de broncas en el medio de una gran histeria. Todo River se creyó la falsa creencia de que el triunfo es la salvación y la derrota equivale al drama. Ambos extremos merodean permanente alrededor del equipo de Núñez, y en el desenlace sólo perdura la intolerancia, a la que contribuyó un elemento contundente lanzado por un plateísta que casi impacta en el cuerpo de Fernando Cavenaghi. El delantero que volvió para ascender al equipo a primera se acercó hasta los hinchas y contestó la agresión con insultos. Y, de manera incomprensible, algunos más arrojaron cosas contra los jugadores, que debieron ingresar en el vestuario escoltados por los policías. ¿Quién lo hubiera imaginado? El equipo se retiró de la cancha silbado por los hinchas, que explotaron con el empate del conjunto visitante.Aun cuando su manera de gesticular, de expresarse y de manejarse intenta no alterarse ni en la situación más extrema, quienes tuvieron acceso a la intimidad del vestuario millonario dan cuenta de que pocas veces se lo vio a Matías Almeyda tan molesto como ayer. Y la razón era inequívoca: más allá de la bronca lógica por los puntos resignados en forma insólita, el entrenador estaba enfurecido con el contrapunto vivido con los hinchas. Con las pulsaciones a full, en la intimidad del plantel el aire era denso. Todos evitaban mirarse a los ojos para no caer en algún reproche desmedido.El primer provecho que River debe sacarle a su mazazo de ayer es una lección añeja y sencilla: el fútbol, hoy, es demasiado duro como para relajarse y descansar en la propia capacidad latente, por más calificada que sea. Los partidos deben jugarse con una prestación concentrada hasta los minutos finales ,y sin dejar pasar por alto ninguna jugada. También estará expuesto a sufrir las consecuencias si la batería ofensiva capaz de...

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