Vertiginosa puesta a punto

MAR DEL PLATA.- Todo es una intensa vorágine por estas horas en La Feliz. A nadie parece alcanzarle el tiempo. Sobre todo, después de la llegada del seleccionado argentino, ayer, a las 14.35, en el ómnibus especialmente ploteado con las figuras más representativas de la Generación Dorada. Tan raudo fue todo que los jugadores (y no todos) sólo dispusieron de algunos segundos para atender a los numerosos medios apostados en la vereda del hotel Sheraton.El almuerzo, la siesta y el entrenamiento de la noche tuvieron pautas horarias muy ajustadas. La carrera la encabezó Carlos Delfino, el primero en descender de la unidad 3882 de Chevallier, que pasó casi corriendo, empujado por su fanatismo tatengue "¡Estamos ganando el clásico!? voy a ver el partido", exclamó, pendiente del éxito de Unión sobre Colón. Atrás pasaron, por entre el vallado de seguridad, Julio Lamas, Pipa Gutiérrez y Martín Leiva, uno de los que se detuvo, y dijo: "Estoy un poco ansioso, pero listo para empezar". Manu Ginóbili, otro que apuró el paso, sólo se frenó cuando vio a un niño con la camiseta N° 5 de la selección y le pidió que se la firmara. Alan Lobeto, de diez años, jugador de los preinfantiles de Boca, se fue feliz, mientras su mamá, Viviana, le sacaba una foto a la estrella de los Spurs y dejaba brotar unas lágrimas. "Lloro siempre, cada vez que lo veo", contó la señora.Chapu Nocioni dejó quizá la frase más simbólica del arribo a la sede del Preolímpico: "Ya estamos en la salsa, hay que empezar a bailar". Luis Scola agregó: "Esto no comienza ahora, hace rato que estamos...

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