Verdugos de Buenos Aires

La Plaza de Mayo, antes de llamarse de ese modo, fue testigo de muchas ejecuciones por parte de los verdugos que había en los tiempos de la colonia

Incluso mucho antes de llamarse de ese modo, la Plaza de Mayo ocupó un lugar central en la vida de Buenos Aires. En la vida, y en la muerte también, ya que, desde los tiempos de la colonia , en aquel lugar solía ejecutarse a los reos condenados a la pena capital.

Y para llevar a cabo esos macabros menesteres había una persona oficialmente designada. Se trataba del verdugo , el funcionario bajo cuya responsabilidad se encontraba el castigo definitivo para los condenados y que también se encargaba de azotarlos, cuando la condena era menor.

Como este era, al decir del jurisconsulto español del siglo XVII Castillo de Bobadilla "un oficio vil, odioso e infame", y no muy bien pago, era difícil encontrar algún individuo que quisiera ejercerlo. Era común, entonces, que dicha tarea, en tiempos coloniales, se encomendara a personajes que tomaban el cargo como última salvación. Así, reos con largas condenas se ponían el hábito del verdugo para salir de prisión o los esclavos eran liberados a cambio de que hicieran cumplir, sin titubear, los crueles designios de aquella justicia humana.

Así las cosas, los verdugos de la Buenos Aires de los siglos XVIII y XIX dejaron algunas historias para compartir. Como la de Félix , aquel esclavo ladino que fue elegido en febrero de 1753 para ejercer el cargo de ejecutor de justicia, a cambio de otorgarle su libertad. Pero nueve meses después, Félix se vio él mismo condenado a la pena capital, bajo un cargo existente en aquellos tiempos, el de ‘ladrón famoso’, que básicamente castigaba con la muerte a aquel que hubiera cometido un hurto en tres ocasiones distintas.

La forma de ejecutar a los reos en aquellos años da pie a otra anécdota. Hacia mediados del siglo XVIII era costumbre que los condenados encontraran la muerte en el garrote, un aparato mecánico que, a través de una manivela, iba ejerciendo más y más presión alrededor del cuello del penado hasta dejarlo sin vida. Luego de ello, los ajusticiados eran colgados en la horca. Pues bien, en 1766 el Cabildo de Buenos Aires decide que los patibularios sean ultimados directamente en la horca. Pero este instrumento debía saber manejarse, ya que...

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