Venganza, amor y política

Al permanecer un rato en el estudio en el que se graba Entre caníbales, la serie que dirige Juan José Campanella, con los protagónicos de Natalia Oreiro, Joaquín Furriel y Benjamín Vicuña, se pierde la noción de estar en un decorado. La sensación es la de recorrer un edificio público de mitad del siglo pasado fuera del horario de atención al público. La imitación de mármoles en escaleras y paredes es excelente. Lo mismo las maderas lustradas de los pasamanos y muebles. Hasta los carteles de orientación o los afiches gremiales pegados por allí resultan absolutamente reales. El motivo es que las cámaras de ultra alta definición con las que se está filmando esta ficción -"son mejores que las que usé para El secretos de sus ojos", sostiene el propio Campanella-, en las que Telefé invirtió más de 2 millones de dólares, no permiten que se note el cartón pintado de esta municipalidad de Ingeniero Márquez, donde el personaje de Furriel es intendente. El resultado de éste y otros cuidados con que se hace este trabajo es que ésta es una tira fuera de serie para nuestro medio.

Los estudios Teleinde, en Martínez, son los que usa Telefé para grabar la serie -ésta es la denominación que prefiere se le dé al programa Campanella, ya que sostiene que aunque se emita cuatro días a la semana "no es una tira porque cada capítulo está trabajado como si fuera un unitario"- que saldrá al aire, desde el miércoles, de lunes a jueves, a las 23. Hace muchos años, en este lugar funcionó la primera casa de Gran Hermano, cuya estructura continúa en pie, transformada ahora en el comedor de quienes trabajan allí. Solo las viejas ventanas por las que se espiaba a los participantes del reality hacen recordar la función primaria de esos salones. Ahora técnicos, productores, directores y actores se cruzan en ellos para almorzar o tomar un refrigerio durante una pausa de la grabación.

A metros de allí está el Estudio 4. Cuando se cruza una de esas puertas enormes de metal doble, que parecen las de un frigorífico, utilizadas en los sets para aislarse del ruido externo, se ingresa primero en un pequeño laberinto de escenografía en desuso y luego, de golpe, uno se encuentra en lo que parece un viejo edificio público. Allí, bajo una copia exacta de un mural que Antonio Berni pintó sobre arpillera, en 1934, cuyo nombre es Manifestación y que hoy se encuentra en el Malba, Oreiro, Furriel y Vicuña bromean, libretos en mano, mientras esperan las indicaciones de Campanella para seguir...

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