Venezuela y la oportunidad del diálogo

Las protestas pacíficas venezolanas contra el régimen de Nicolás Maduro comenzaron hace más de dos meses. Los estudiantes han actuado en ellas con una valentía y un coraje cívico dignos de elogio, incluso a pesar de la violenta e ilegal actuación de los grupos paramilitares de matones, organizados y desplegados por el gobierno bolivariano para tratar de diluir así las graves responsabilidades que pesan sobre sus hombros por la ilegal e inhumana represión ocurrida.No obstante, la posibilidad del diálogo siempre estuvo latente. Lo cierto es que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha sido exitosa en su misión de reunir a las partes para comenzar a dialogar, en principio, porque es cierto que la desconfianza generada por su pasado desempeño no le permite ser vista como un mediador leal, independiente e imparcial.La oposición venezolana propuso tempranamente que la mediadora en el conflicto que divide a la sociedad venezolana fuera la Iglesia Católica, apostando así a la influencia y capacidad de persuasión del papa Francisco y sus colaboradores. El gobierno de Maduro, inicialmente renuente a recurrir a esos buenos oficios, terminó aceptándolos, presumiblemente para fugar hacia adelante y detener, al menos por un rato, las protestas de su pueblo.Para conversar es necesaria la igualdad entre las partes: un diálogo real supone evitar los conocidos y poco constructivos monólogos de Maduro, y que estén todos dispuestos a admitir que nadie es dueño de la verdad. Por eso hay algunos pasos previos que aún deben darse: la liberación inmediata de todos los presos políticos -aquellos que hoy enfrentan grotescas parodias de juicios- y la disolución de los perversos grupos armados de matones...

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