Vecinos ilustres: historias de quienes habitan en edificios emblemáticos

Vivir en el mismo departamento que Marcelo T. de Alvear en el Estrugamou; tener una vista de casi 360 grados en el Kavanagh, o crecer en la misma casa que tu abuela en el Palacio de Los Patos son privilegios de unos pocos. "En estos edificios suelen vivir familias pertenecientes a la lejana burguesía terrateniente del siglo XX", explica el historiador Eduardo Lazzari en referencia al Palacio de Los Patos y al Palacio Estrugamou, ambos inaugurados en 1929, y al emblemático Kavanagh, en 1936.

"Pero, en muchos casos, se trata de habitantes con una gran aspiración social. Estos edificios han servido para que las familias de mucho dinero puedan vivir en un ambiente de bastante discreción. No es fácil acceder al nombre de quienes viven ahí", agrega. Aunque los tres son casi contemporáneos -dice Lazzari-, su lenguaje formal es diferente. "En esa época, vivir ahí daba la pretensión de pertenecer a la más alta sociedad. La familia propietaria de todo el edificio vivía en uno de los pisos y, con la renta que pagaba el resto de los habitantes del lugar, mantenía servicios originales, como el cochero, las mucamas, el lavado y el planchado; todo eso en pos de sostener una vida palaciega", explica el presidente de la Junta de Estudios Históricos del Buen Ayre. En ese entonces, mucho antes de la creación de la ley de propiedad horizontal sancionada en 1948, la venta por unidad no estaba permitida.

"Estas construcciones debían ser económicamente autosustentables para poder subsistir. Las familias que no hicieron ese cambio terminaron vendiéndolas porque no podían mantenerlas." Aquí hablan sus vecinos.

Los Patos: una casa para toda la familia

"Me dejaron 10 pesos en mi buzón", le comenta divertida una vecina a María Marta Bernard, en el amplio patio principal del Palacio de Los Patos, en Ugarteche 3050, en Palermo. "Se habrán confundido", agrega, mientras señala el enorme buzón de hierro con detalles en bronce que posee 144 divisiones, una por cada propietario.

María Marta, de 56 años, que vive en el edificio desde hace toda una vida, explica que a esa vecina la conoce de siempre. Lo mismo le sucede con muchos otros habitantes del lugar, pero no con los más nuevos: parejas jóvenes que no se dejan ver porque viajan bastante.

No está permitido permanecer por mucho rato en alguno de los nueve patios internos de este edificio creado en 1929; el consorcio lo prohíbe y probablemente sea por lo ruidosas que se oyen las voces en esos espacios que hacen las veces de...

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