Con el vaso de vino a medio llenar

El vino argentino está en camino de convertirse en otra de las marcas locales que son sello en el mundo, como pasó con la carne criolla o la Patagonia.

Una explicación de la necesidad que tienen las bodegas de hacer un camino hacia el exterior es la caída de las ventas fronteras adentro. Según datos del Instituto Nacional del Vino (INV), el consumo es de 23,38 litros per cápita por año. De poco sirve el dato si no se lo compara. Según información del mismo organismo, en 2003 cada argentino consumía en promedio 32,90 litros. Ese número subió a 33,68 en 2004, momento en que empezó una caída que ubicó a las ventas de 2015 entre las más bajas de los últimos doce años.

Claro que este indicador podría ser injusto, ya que el universo de personas que toma alcohol no es toda la población. Por caso, si se excluye a todos los argentinos menores de 20 años, el consumo per cápita, siempre según el INV, llegaría a alrededor de 34 litros por persona por año.

Así como la cerveza tiene su pico de consumo estacional en el verano, el vino recorre un camino inverso. En enero de 2015, por ejemplo, se consumieron 1,73 litros per cápita y en diciembre del mismo año...

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