Entre la variante Putin y el pato rengo

En la Argentina de hoy es necesario desdramatizar y no emborracharse con abusos verbales. Después de la derrota del Gobierno en las elecciones primarias, una palabra ominosa empezó a despuntar en el debate público: ingobernabilidad. Creemos que hay que evitar la tentación de repetirla. En las tres décadas de recuperación democrática, ya dos presidentes debieron dejar su cargo antes de tiempo, en medio de incontrolables crisis económicas y sociales. Es difícil calcular el alto costo de aquellas desventuras.

La Presidenta, en varias intervenciones oratorias, reveló impaciencia y pobre calidad de asesoramiento. Insinuó un peligroso acercamiento (seguro que sin querer) a la doctrina fascista, al calificar a los partidos políticos de "suplentes" del poder corporativo y despreciar su papel de principales mediadores del sistema democrático. Después de eso, en su reunión con los "titulares", y contra toda lógica, comparó ventajosamente nuestra economía con las de Australia y Canadá. Los índices de pobreza, ingreso per cápita y calidad educativa desmienten, por desgracia, esta ilusión. Las últimas incursiones tuiteras presidenciales, concretadas durante el viaje a Rusia, vuelven a instalar los excesos retóricos de supuestas conspiraciones destituyentes.

La verdad es que resultaría plausible la orden de mayor moderación impartida a los principales candidatos kirchneristas si no resultara contradictoria con la incansable y prejuiciosa campaña de agravios que cualquiera puede encontrar en los medios cercanos al Gobierno. Mientras Insaurralde se viste con el traje y la corbata de la clase media, otros comunicadores oficialistas, con sus armaduras de guerra, se desahogan a gusto con la oposición.

Aunque esconda su desconcierto, el oficialismo todavía no se ha acostumbrado a los dos (casi irrevocables) escenarios políticos, derivados el uno del otro, que han llegado para quedarse. Uno, la definitiva imposibilidad de una nueva reelección para la Presidenta; dos, la incapacidad que el régimen muestra para organizar la sucesión y nombrar a un heredero confiable.

La variante Putin -para usar una expresión ajedrecística-, que describimos a comienzos de este año en estas mismas páginas, ya no parece viable en ningún sentido. Consistía, como se sabe, en imitar al presidente ruso, que al no contar con otra reelección consecutiva intercambió roles con su fiel primer ministro, Dimitri Medvedev, en 2008. Y todos tan tranquilos hasta 2012, cuando Putin, otra vez...

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