Vandalismo en la ciudad

Los vándalos fueron un pueblo bárbaro de la Antigüedad, de origen germano oriental, procedente de la península escandinava, a orillas del mar Báltico. El término "vandalismo" pasó a significar un tipo de devastación, como la que ellos realizaban y que se aplicó más tarde a quienes demostraban un espíritu de destrucción que nada respeta ni valora. Así, vándalo alude contemporáneamente a quien destruye por destruir, sin sentido ni justificación, aunque a ese delito pueda sumarse ocasionalmente el robo.

En verdad, a esta altura de la civilización, los actos de vandalismo mantienen una cuota de la barbarie del pasado aplicada a cosas materiales y encuentran su lugar propicio en las grandes ciudades, como Buenos Aires, cuyos paseos, plazas, monumentos, jardines, obras de arte, juegos de niños y luminarias, entre otros bienes públicos, vienen siendo objeto frecuente de un empecinado ejercicio de rotura y deterioro.

Tanto es así que son pocos los espacios públicos que han quedado al margen de esa práctica perversa que no considera ni los valores de la belleza ni de la utilidad, así como tampoco lo histórico ni lo patriótico.

La mayoría de los habitantes de la Capital seguramente ha sufrido al ver la chocante obra de los vándalos de nuestro tiempo. El sentimiento de desagrado que provocan esos actos regresivos se ha podido experimentar al ver el monumento a Bernardino Rivadavia, ubicado en plaza Miserere; en la plaza Irlanda; en la plaza Martín Fierro, o bien, frente al monumento a Julio A. Roca, en el cruce de la Diagonal Sur y Perú.

Los daños se han reiterado en el Obelisco -obra que identifica a la ciudad como muy pocas-, en el Rosedal, en el parque Centenario o en el Rivadavia, donde se...

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