Valores villeros o la veneración de la pobreza

A instancias de la agrupación kirchnerista La Cámpora, la Cámara de Diputados aprobó y envió al Senado un proyecto de ley para instaurar el 7 de octubre de cada año como el Día Nacional de la Identidad Villera. Para quienes no viven en una villa es fácil proponer el Día de la Identidad Villera. Quienes tienen la desgracia de vivir en estos asentamientos precarios querrían vivir mejor, más que celebrar los supuestos valores que otorga un hábitat. La gente que vive en las villas no quiere motivos para el orgullo, sino para salir de su condición de exclusión.

El kirchnerismo muestra con esta propuesta una forma adicional de la obscenidad a la que nos tiene acostumbrados, al darle una connotación positiva al hecho de vivir en un contexto completamente indigno para un ser humano. La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia ha señalado que las villas pueden ser entendidas como territorios donde se concentra una gran cantidad de personas con sus derechos más básicos vulnerados y que, a la vez, carecen de acceso adecuado al sistema institucional para exigir su cumplimiento.

La propuesta, en el fondo, no habla de los valores villeros, que se pretende supuestamente exaltar, sino de los valores de quienes hacen la propuesta, que son de un notable primitivismo conceptual. Para comenzar, si tiene algo de perverso celebrar el día de los valores villeros es que establece una periodicidad, con lo cual se asume y acepta sin más que las villas seguirán existiendo. Sin embargo, cada año que pasa con gente conminada a vivir en una villa debiera ser motivo de duelo y no de celebración.

En otro orden, la propuesta padece de la curiosa miopía de asignar valores universales a determinadas personas sólo por pertenecer a un hábitat. Esta aparente valorización de la pobreza es exactamente el prejuicio inverso que su demonización, que injustamente añade de por sí un valor negativo a quien ha tenido la desgracia de nacer o vivir en una villa. Se trata del espejo inverso del prejuicio que asigna a los pobres valores negativos, reemplazándolos por positivos, pero ignorando que esos valores no pueden ser asignados independientemente de la consideración de las personas en sí mismas.

Cualquier juicio que se haga sobre quienes viven en un lugar, independientemente de las personas, es una forma indigna de pensar y supone una forma de ceguera valorativa. Recortar en razón de un hábitat a un grupo de gente y asignarle por ello valores es un insólito prejuicio que no deja...

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